FILBA celebra la literatura en la librería Eterna Cadencia
Marina Yuszczuk es una de las escritoras invitada al ciclo Eterna Social Club y en esta entrevista vemos con claridad por qué su obra es tan atrapante: porque la elección de palabras hasta a la hora de hablar resulta hipnótica. Su libro La Sed, publicado por Blatt & Ríos, ganó el Premio Sara Gallardo del año 2021. Nacida en Quilmes, es una escritora, periodista y editora argentina radicada en Bahía Blanca en 1984, donde estudió allí Letras en la Universidad Nacional del Sur y se licenció y doctoró en Letras por la Universidad Nacional de La Plata. En 2004 publicó su primer libro, Guía práctica de las mariposas y en 2012 publicó su primer libro de poemas, Lo que la gente hace, al cual le siguieron los también poemarios El cuidado de las manos (2012), Madre soltera (2014) y La ola de frío polar (2015). En 2017 publicó tanto su primera novela, La inocencia, como su primer libro de cuentos, Los arreglos. Ese mismo año, además, fundó junto a Tamara Tenenbaum y Emilia Erbetta la editorial independiente Rosa Iceberg. En 2019, Yuszczuk publicó su segundo libro de cuentos, ¿Alguien será feliz? y un año después, en 2020, su segunda novela, La sed. Además de su labor como autora, Yuszczuk ha escrito reseñas de cine, series y literatura en diversos medios gráficos . Yuszczuk fue finalista por la misma novela en la segunda edición del premio Fundación Medifé Filba 2112. Y esto nos dijo.
¿Cómo surge la idea de tu novela La Sed?
Quería escribir una historia sobre una vampira. Una mujer vampiro. No sabía demasiado por qué, ni exactamente qué historia quería contar. Me interesaba eso que toman muchas historias contemporáneas, sobre todo el cine y las series, de cómo hace un vampiro en el siglo XXI para alimentarse, en una sociedad moderna en donde no se pueden ir dejando rastros de crímenes, sangre y gente muerta por todos lados. En la sociedad actual sería muy fácil rastrear a un vampiro. Por eso los vampiros quedaron ligados a la época en la que usaban el mito para ocultarse, para hacer de cuenta que no existían y que la gente pensara que en realidad eran demonios que se levantaban ¡Digo todo esto como si los vampiros realmente existieran! (Risas) Así que el origen del libro tiene mucho que ver con el deseo que yo tengo por la literatura, la experiencia de escribir con desesperación. Porque escribir es como mi droga y nunca voy a poder tener suficiente de ella. Con el vampiro pasa lo mismo. Nunca se llena y necesita seguir matando y seguir mordiendo. Para mí escribir tiene un poco de eso también.
Y estás contenta con el premio de novela Sara Gallardo…
Claro que estoy muy feliz. Pero nunca tengo una sensación definitiva de logro, porque lo que me importa realmente es el próximo libro. Esa es mi especie de locura. Esa ambigüedad era justamente la que quería poner en el personaje. Tal vez no queda tanto rastro de eso en la novela, porque nunca me interesó escribir una novela sobre escritores. No me tienta ese mundo tan autorreferencial. Sí hay algunas huellas, porque la vampira en algún momento se siente como una especie de artista que lo que hace es armar escenas. No sólo mata por una cuestión de supervivencia, sino que empieza a armar escenas más bien sofisticadas, como teatrales. Pero estas escenas también son efímeras porque ¿Cuánto puede durar una escena? ¿Cuánto puede durar un cadáver?
¿Qué investigaciones hiciste para crear esta novela?
La investigación fue bastante difícil porque no existe mucha bibliografía específica sobre el cementerio de la Recoleta. Es bastante poco lo que hay y además es bastante superficial. Yo buscaba detalles muy específicos. Pienso que cuánto más disparatado es lo que querés contar, más realista tiene que resultar el mundo en el que anclás ese delirio, como para que sea vivible para los lectores. Por eso precisaba detalles tremendamente realistas y específicos. Leí historias de los cementerios en Buenos Aires, artículos académicos sobre las costumbres funerarias en el siglo XIX, busqué descripciones del cementerio de la Recoleta a lo largo de las décadas y del siglo XIX es muy poco lo que hay. Quería saber en qué momento lo pavimentaron y cuándo empezó a tener el muro alrededor, cómo eran las precarias primeras bóvedas, todo ese tipo de detalles. A partir de pensar en la vampira y de situarla en el cementerio se fue armando el libro y me fue llevando a pensar cómo era morirse antes y cómo es morirse ahora para nosotros. Cómo te enterraban antes y cómo lo hacen ahora. Tiene que ver con una cuestión urbanística, histórica, que tiene distintas facetas, pero en definitiva tiene un impacto especial debido al modo en el que pensamos hoy acerca de la muerte y la mortalidad. Eso era lo que a mí me interesaba.
¿Y la segunda parte del libro? ¿Cómo surgió?
No estaba para nada en la primera idea del libro. La segunda parte apareció a partir del personaje que está de duelo y la verdad es que me pareció que era como un rompecabezas que encajaba bien. Lo tuvimos que trabajar bastante para ver cómo se iban a reunir esas dos mitades, pero sentí que en conjunto quedaba bien.
En el libro vos llamás a la vampira como “La Hacedora” en más de una oportunidad. Al leerlo recordé una frase que utiliza Mary Shelley en Frankenstein que toma de Paradise Lost de John Milton donde le reclama a su “maker”, su hacedor: “Did I request thee, Maker, from my clay to mold me man? Did I solicit thee from darkness to promote me?” Vos que también la denominás “La Hacedora”, ¿le estás dando una concepción de diosa?
A mí lo que me interesaba de este personaje era que se mantuviera todo el tiempo la precariedad. Ella no conquista nada. Por supuesto que antes de empezar a escribir la novela, e incluso cuando la estaba escribiendo, releí a Bram Stoker porque me encanta y además es un absoluto referente de la temática de vampiros. Lo que sentí en esa relectura era la diferencia con lo que yo estaba tratando de escribir. La imposibilidad de traer un personaje así, tan poderoso. Mi vampira no es una vampira poderosa. Es un personaje que elige despojarse de su poder y que además tiene cierta marginalidad. Ahora que ya escribí la novela, la pienso más como un personaje secundario de una ficción mayor. Si tomo la película que hizo Francis Ford Coppola, “Bram Stoker’s Dracula”, puedo imaginar a mi protagonista como una de esas tres mujeres que están en el castillo y que son como las esposas del Conde. La veo como un personaje secundario de otra ficción más tradicional, a la que le inventé una historia acerca de fugarse hacia otro mundo al que no pertenece y tiene que ver cómo hace para sobrevivir ahí. Otro tema que apareció a partir de eso es cómo te transforma vivir alimentándote de sobras. Durante la epidemia de la fiebre amarilla ella dice: “No me daba asco esa sangre con contaminada. Me daba lo mismo”. Por eso te digo que me la imagino más como un personaje ligado a la supervivencia, que al poder de un personaje como Drácula que se compra una Abadía en Londres, se hace llevar en barco y tiene un montón de sirvientes a su disposición. Un noble. Un Conde. Mi vampira es como una especie de paria e inmigrante.
En la novela está la presencia del cuerpo como protagonista. Después de todo, ella se alimenta de cuerpos. El cuerpo, en lo que es el arco semántico de la narrativa, de la literatura en general, está tomado de distintas maneras pero, fuera de la literatura gótica, la descomposición del cuerpo no es un tema que esté muy desarrollado. Hasta tiene que ver con nuestra propia historia argentina, los desaparecidos, los cuerpos que nos faltan ¿Cómo trabajaste esta construcción del cuerpo para la novela?
Estuve leyendo mucho acerca del decadentismo francés, porque es una corriente que se ocupa bastante del cuerpo en descomposición, la basura, los restos y por otro lado, lo nuevo y lo lujoso. En algún momento la editorial Ivan Rosado publicó un pequeño libro con algunos de los textos de Joris-Karl Huysmans, con prólogo de Claudio Iglesias, La Epilepsia del Cielo. Ese libro corto me deslumbró mucho y después me compré las novelas de él, las leí y las disfruté. Entonces creo que viene más por ese lado que por el costado gótico. También tiene que ver con cosas que vengo pensando en los últimos años desde distintos lugares. Me parece que el cuerpo, al atravesar un embarazo, un parto y convertirte en madre biológica, te enfrenta con una experiencia que es tremendamente ambivalente y que te muestra qué es tener un cuerpo de mujer en este mundo. Tener que someterte a una institución médica y tener que defenderte también de esa institución, porque aparece el tema de quién va a tomar las decisiones sobre ese cuerpo. Lo mismo cuando una mujer quiere hacerse un aborto. Creo que es un tema que desde hace varios años lo vengo pensando y acá apareció ligado a la cuestión de la muerte. Para mí son las dos caras de la misma moneda. En la segunda parte de la novela está este cuerpo enfermo de una persona que de alguna manera busca morir, que quiere elegir y no se le permite, así como acá en nuestro país, hasta hace menos de un año, no se le permitía elegir el aborto a una mujer embarazada. Siento que son temas que en un punto están muy ligados. También ya he escrito algunas cosas acerca de la paradoja de vivir en un mundo en el cuál se nos enrostra todo el tiempo un millón de imágenes de cuerpos, pero está muy dosificado qué cuerpo se puede mostrar y qué parte se puede mostrar o se debe ocultar de un cuerpo. El cuerpo parece una especie de ideal imposible, pero al mismo tiempo al cuerpo sufriente no se lo puede mostrar, ni tampoco se puede hablar de él. Nos morimos, pero del cadáver tampoco se puede hablar. Es como una especie de tabú.
Además ahora casi todos los cuerpos se creman.
Justamente. Es respetable la cremación, pero ya no es un cadáver. Creo que tiene que ver con este tema de ya nadie se pudra, como borrando completamente todo eso que los escritores y poetas del siglo XIX desarrollaron tanto acerca de los gusanos y la descomposición del cuerpo. Todas estas cosas acerca de los cuerpos que interesa desde hace años y se juntaron finalmente en mi novela. De hecho también escribí sobre el cuerpo antes, de alguna manera, en La Inocencia, contando la historia del crecimiento de una chica y el despertar de su vida sexual. Creo que es un tema que seguramente va a seguir apareciendo en mis libros, de uno u otro modo.
Aprovechando tu mención al cuerpo de una embarazada que tiene un parto y se hace madre, tomo la dedicatoria de tu libro: “A mi madre, el fantasma que vive conmigo” y en el resto de tu obra se siente la relación madre-hija pero lo tomás desde otros ángulos de los habituales. Lo hacés de un modo más natural, en donde se ve que la madre no es ni la enemiga ni la gran amiga.
Recién este año me di cuenta de que siempre estoy escribiendo sobre madres e hijas y me dio un poco de vergüenza, justamente porque es una literatura muy de moda. Mi próxima novela también es sobre una madre y una hija. Básicamente lo que hice fue convertir en novela ese epígrafe de mi libro que acabás de leer (“”A mi madre, el fantasma que vive conmigo”) Si bien me di cuenta que había escrito mucho sobre el tema, también pensé que a diferencia de la vida, en la literatura un personaje te sirve para mostrar una cosa, o dos a lo sumo, en una novela. Por eso para escribir sobre una madre precisás muchos libros. Aunque probablemente sea la misma madre, siempre vas a encontrar otra manera de mostrarla, porque no debe haber una figura más ambivalente que la de la madre. Tiene que ver con la piedad y con la crueldad, que son cuestiones que a mí me interesa explorar y que me parece que ya están en mi obra y también en el próximo libro que ya tengo escrito. Me gusta el tema de escribir “lo contradictorio” a través de novelas en donde la realidad y la ficción no resultan necesariamente opuestas, e incluso a veces se fusionan. La madre es una figura que me interesa desde siempre. Yo ya atravesé y ahora estoy atravesando una maternidad y me parece que es un tema inagotable que va cambiando todo el tiempo. No hay nada que te haga cambiar tanto y tan rápido como tener un hijo al lado. Tener que ir cambiando para adaptarte a él a medida que él también cambia. Me parece que de alguna manera la madre es la que te enseña a querer y eso es algo que te atraviesa en toda tu vida. Incluso en algún momento voy a escribir sobre La Virgen María, ya lo tengo decidido. Es una figura que me interesa un montón. No sé todavía cómo va a ser, pero tengo pensado escribir sobre eso.
Entonces ya tenés otra novela lista que tiene que ver con esta dedicatoria a tu madre ¿Es una novela de fantasmas?
No quiero contar mucho sobre la nueva novela, pero ya en La Sed aparece un fantasma en uno de los primeros capítulos. En un momento en donde la vampira está en una mansión abandonada, que por cierto no existe más y estaba en Palermo. La vampira asesina a una chica y aparece el fantasma de esta chica pero en su versión niña. La verdad, no tengo ni idea de por qué escribí eso. Fue uno de esos momentos del libro que los escribí como en una especie de transe. Me gustó mucho crear y escribir a ese fantasma y disfruté cómo quedó ese “cuento”. Porque “La Sed” es una novela, pero bien podrían haber sido cuentos. Ese de la mansión, podría haber sido perfectamente un cuento de fantasmas. Hay algo acerca de la materialidad del fantasma que me dio ganas de escribir sobre eso, porque al menos para mí, el origen de un libro nuevo no tiene tanto que ver con que se me ocurra la historia, sino mucho más con que me den ganas de escribir determinada cosa. Con la vampira me tentó la carnalidad de la mordida, la sangre, el erotismo, los dientes en el cuello, los colmillos y sobre el fantasma me parece una delicia escribir sobre lo evanescente, lo invisible y asustar con lo que no se ve, que es todo lo contrario de la vampira. Es un desafío escribir sobre un fantasma, con el gótico muy presente, pero haciendo que de alguna manera pueda “existir” en el mundo contemporáneo.
Contanos algo más sobre tu intención de escribir acerca de La Virgen María.
Como muestro en mi novela La Inocencia, tengo un pasado muy religioso pero no en la religión católica, sino en una religión parecida al evangelismo, que no tiene imágenes. La estructura edilicia del catolicismo y su imaginería, siempre me parecieron sumamente fascinantes. Si bien detesto a la iglesia, creo que son dos cosas que pueden coexistir perfectamente. Cuando era chica y vi la película “Camila” de María Luisa Bemberg, sentí que todo eso, el confesionario, la iglesia, son muy ricos para lo literario y se prestan mucho como locación cinematográfica. De hecho en La Sed hay una parte en una iglesia y me encantó escribirla. Volviendo a La Virgen María, leí bastante La Biblia y ahí hay una especie de disputa en torno a la figura de María, porque para algunas religiones como ella después de haber tenido a Jesús tuvo otros hijos y siguió casada con José durante muchos años, la toman como una persona “normal”, en cambio para la Iglesia Católica eso es inadmisible, porque construyeron esta figura de “La Virgen” y la convirtieron en una especie de diosa poderosa para que el cristianismo se pudiera extender hacia otras religiones que ya tenían diosas mujeres, y era algo que les resultaba mucho más natural. Todo eso me parece súper interesante. La cuestión de que el catolicismo tiene una diosa pero al mismo tiempo es una diosa muy subordinada que no puede cobrar vida propia, aunque en las creencias populares sí cobra vida propia y tiene una existencia un poco independiente de la Iglesia Católica. Es una disputa acerca del lugar en dónde se pone a la mujer en nuestra cultura, en definitiva. Me parece algo muy interesante para escribir. También, volviendo un poco a lo que hablábamos antes, es una figura de maternidad. Para mí no hay una representación más interesante de la maternidad que cuando Jesús está en la cruz y María va llorando y él le dice: “¿Qué tengo que ver contigo, mujer?” rechazándola de forma tremenda en el peor momento posible. Tal vez el mayor miedo de toda madre sea ese, que tu hijo te niegue, te repudie. Yo creo que es bastante posible la escena. En algún momento de la vida cualquier hijo puede decirle a su madre “¿Qué tengo que ver contigo, mujer? Ese desgarro existe en cualquier vínculo de madre e hijo y por eso también me resulta de interés. Seguramente el libro va a ser un delirio o un disparate, no algo como Yoga de Emmanuel Carrere. Me gusta mucho la pintura, así que tengo muchas ganas de meterme con las representaciones pictóricas de María e indagar cómo fueron cambiando a lo largo de los siglos. Como te decía antes, la idea de mi novela se me ocurre y no sé muy bien hacia dónde va pero sí sé en qué parte de la biblioteca me quiero meter.
¿Y además de esta idea de escribir sobre La Virgen María, tenés algo más en mente?
La próxima novela que tengo ganas de escribir es de aventuras. Así que ya estoy pensando en un par de libros que voy a releer porque me gustan mucho, como Moby Dick, que me fascina. Se me ocurre la idea de la novela y al minuto me surge una constelación de libros que sé que voy a leer o releer y recién después está el tema de cómo lo voy a acomodar para que no sea algo demasiado delirante. En el fondo, La Sed es eso. Es un disparate que funciona, pero un disparate que es mi propia forma de pensar los libros.
Vos decís “disparate” y pienso que lo tuyo es una literatura muy elegante. La docencia quedó atrás, el periodismo quedó atrás, sos madre, sos mujer, pero vos sobre todo escribís, sos escritora ¿Cómo llevás la soledad de escribir?
Es una felicidad. Justo este año leí la biografía que escribió Leila Guerriero de Bruno Gelber, Opus Gelber, y ella todo el tiempo le dice: “Te quiero ver estudiar” y él le responde: “No, eso es sólo en el momento en el que yo estoy solo” y defiende esa soledad con uñas y dientes. Uno siente que el momento en el que Bruno Gelber es él de verdad, nunca lo vas a poder ver. Y para mí, como se ve en La Sed y como te decía al principio de la charla, escribir es un constante entender que nunca va a ser suficiente y que por eso la sensación de logro no la tenés del todo, por más premios que ganes. Siempre estás pensando en el próximo libro que vendrá.