Mariana Travacio: “Me gusta lo rural”

Mariana Travacio es escritora y Lic. en Psicología. Es rosarina pero ha pasado parte de su infancia y adolescencia en Brasil. Fue docente de la cátedra de psicología. Tiene un magister en Escritura Creativa. También ha realizado traducciones del inglés y el francés. Hoy vamos a estar hablando de su última novela Quebrada, que es su segunda novela, aunque tiene publicados más libros de relatos. Mariana, cuenta con más de 10 premios literarios.

Quiero decirte que Quebrada me parece un gran título. No sólo porque resume lo que está dentro del libro, sino porque causa una impresión fuerte. Entrás a una librería y leés “Quebrada” y te lleva al lugar físico al que tiene que ir la protagonista, al accidente geográfico, por decirlo de algún modo, y además se puede hacer un poco una analogía con la vida de Lina.

La novela trata, brevemente, de la historia de una mujer que tiene un marido, pero un día decide irse de su tierra yerma, seca, infértil, para conocer el mar. Aquí comienza a cambiar el eje de su vida y de su destino, y esto tiene que ver con el entorno suyo. Primero el marido, por supuesto, y hasta del pequeño pueblo en donde vive, que no sabemos en dónde es, pero que lo imaginamos muy bien, porque está muy bien descripto.

Por Lala Toutonian.

¿Ella se va porque no le gusta más su lugar, o por qué se va?

Creo que Lina se va por hastío. Porque tal vez ya no tenía ilusión alguna en esa tierra. Porque se le repetían los días todos iguales. Es difícil sostenerte en un territorio si todas las mañanas cuando abrís los ojos no tenés ninguna ilusión. Nada que te sostenga allí. Lina se cansa y se va por hartazgo, por tristeza, por falta de ilusión. Todos esos combos mentales que hacen que cualquiera quiera irse de un lugar.

Además carga con muertos.

Relicario, el marido, primero le dice “Pues, ándate” pero luego se da cuenta que sin ella no le place el rancho. Él tenía el mandato de que no se abandona la tierra y no se abandonan los muertos Entonces ¿Cómo irse de allí? ¿Qué hacer con ese deseo de irse detrás de Lina? Y al mismo tiempo ¿Qué hacer con este mandato tan fuerte? De alguna forma, Relicario, resuelve ese dilema de la única manera posible que encuentra y que es la más práctica.

Se lleva los muertos.

Exacto. Igual le dice a la madre que no puede llevar a todos los muertos. Él fragmenta un poco lo que se lleva, en término de raíces.

Aprovecho que nombrás la palabra fragmentación, para destacar que la escritura del libro, si bien hay una primera y segunda parte, tiene muchas historias cortas, algunas de una página. Además es una novela tras una novela. Qué quiero decir: Habla la mujer, habla el hombre, no necesariamente en forma cronológica, pero hay un viaje en todo aspecto. Lina se va andando a pie. El recorrido de la lectura te lleva a una hipnosis. Es muy poético. ¿Cómo fue la creación de los personajes?

La verdad es que nunca escribo con un plan pre armado. La historia se fue montando a partir de las voces de Lina y Relicario. La voz de Lina, en particular, surge de una entrevista a una maestra rural que leí en un diario y que me atrajo infinitamente, por la cadencia y el fraseo de su voz. Una maestra rural llamada Aída, que tiene un accidente yendo de la casa a la escuela rural en donde trabaja. Se cae en la quebrada con la mula en la que iba y queda allí tirada en el fondo de la quebrada un día y medio. Ella decía cosas como: “Yo que me andaba llevando a las patadas con diosito últimamente” y se encuentra rezándole para que la encuentren, porque si no, no sobrevivía. O por ahí el periodista le preguntaba: ¿Cuánto tardabas de tu casa a la escuela? Y ella respondía: “Bueno, se echan dos días o cuatro, asegún los vientos o la crecida del río” Así, ella, en su propio fraseo, te construía un entorno, un ambiente, una atmósfera de dónde vivía. Yo había tomado esas notas y quise explorar esa voz. Esa gramática. Así surgió el personaje de Lina y junto a ella, lógicamente, nace Relicario.

Relicario, que es el compañero justo para la historia. Es muy interesante, esto que nos contás, de que el disparador de Lina haya sido una historia real.

El pueblo en donde vivía Aída, esta maestra rural, se llamaba Mala Mala. Es real ese pueblo. Existe en Tucumán. Yo no lo recordaba. Pero hoy me encontré con una nota, porque la rastrearon a esta maestra, y decía el nombre del pueblo. Me pareció curioso el nombre, que ya no presagiaba un buen augurio. Después me enteré que falleció la maestra Aída y me dio mucha pena.

Me llama la atención, porque no conozco tu entorno, el conocimiento que tenés del campo. ¿Cómo sabés tanto del espacio físico, del burro, del rancho, de los huesos de los muertos en los cajones?

Todo esto para mí se construye a partir de la gramática de las voces. Nace desde ahí. En lo personal, escribo desde todo lo que leí, fundamentalmente. Por supuesto, también de las vivencias personales y los lugares que me detuvieron en la vida, o en los cuales me detuve. Todo eso aparece porque, para mí, uno tiene una especie de un murmullo en la cabeza, que se compone de muchas cosas. Un acervo que se forma con las cosas infantiles, lo que uno ha leído, lo que uno escucha y ve, escenas e imágenes de lecturas pero, seguramente, también de vivencias. 

En mi caso, como vivíamos en San Pablo y quedaba familia en Rosario y también en Buenos Aires, tuve muchos años de hacer mucha ruta, de estar durmiendo en pueblitos más chicos, medianos y más grandes. Por eso en mi infancia tengo muchos recuerdos de pueblos y de campo como escenario, como paisaje que atravesábamos constantemente. Eso sí lo tengo muy visto. Los pueblos siempre me atrajeron, por sus personajes tan singulares. La bruja. El curandero. El lugar que éstos ocupan y la entidad que se les da. Esto para alguien criada en urbes grandes, como San Pablo en mi caso, imagínate lo que era. Los ojos se me iban todo el tiempo y paraba mucho la oreja en esos lugares. Creo que algo de eso ha quedado, no en forma consciente, pero seguramente es algo de lo que me sirvo a la hora de componer un personaje o un escenario.

Se me ocurre que esto mismo lo habrás trasladado a tu otra novela y a tus relatos. Todo lo que hacía tu entorno habitual y tus lecturas ¿Querés contarnos de tus lecturas?

Sí, claro. Ya lo decía Barthes: Escribimos porque leemos. Él tenía una frase hermosa que decía que hay una relación nupcial, de procreación, entre lectura y escritura. Escribimos porque algo nos ha deslumbrado y yo he tenido muchos deslumbramientos a lo largo de mi vida. La primera que recuerdo fue cuando yo todavía no leía, pero veía que mis padres leían mucho. Los pescaba con un libro en la mano, llorando o riendo a carcajadas, o en silencio durante horas. Yo no leía pero me decía “algo tiene que haber ahí adentro” porque cómo podían pasar tantas horas ahí sentados. 

Después cuando pude empezar a leer, mi Netflix fueron los libros (risas) La lectura era todo un lugar, un encuentro. Me acuerdo de llorar, de chica, con Dickens y su Oliver Twist. 

¿Vos leías en portugués o castellano, en tu infancia en Brasil?

Salvo la Colección del Séptimo Círculo, que dirigían Borges y Bioy, mis viejos no se habían llevado nada más de la biblioteca de Buenos Aires, pero ni bien llegaron a San Pablo compraron dos colecciones en portugués que recuerdo muy bien. La biblioteca estaba formada por muchos estantes largos, con cien ejemplares de una colección de literatura universal de tapa dura, roja y con letras doradas y otra colección un poco más chica, que era de literatura infantojuvenil con Julio Verne, Mujercitas y esas cosas. Pero además, como yo allá iba a un liceo francés, nos habituaron a ir a la biblioteca a retirar un libro una vez por semana. Así que cuando era chica leía en francés o en portugués. 

Por eso quizás el destello, la fascinación que me agarra con mi idioma, es cuando a los 13 o 14 años comienzo a leer literatura en castellano. Eso fue en 1981 y recuerdo, por ejemplo, La Casa Verde de Vargas Llosa, mis primeros encuentros con Carpentier, Cortázar, Borges. Ese fue mi deslumbramiento. Cuando García Márquez te dice que Macondo está hecho de veinte casas de barro y cañabrava, a la vera de un río en cuyo lecho hay piedras grandes pulidas como huevos prehistóricos, vos tenés 14 o 15 años y leés eso y decís “Ah! Se puede escribir así”. 

Después de Poe, Dickens y Julio Verne, esto era otra cosa completamente diferente. Además era el encuentro con mi lengua madre, sin que mediara ninguna traducción. El encuentro directo con mi lengua en forma de literatura, ya no en forma de manual educativo, sino libros, novelas.

¿Y después de la adolescencia?

Un montón de deslumbramientos que he tenido a lo largo de la vida. A un librero muy querido, Pablo, le debo la fascinación que tuve en su momento con Roberto Bolaños. Empecé por Detectives Salvajes y no pude parar. Otro deslumbramiento enorme fue Saer. Acá tengo un amigo que me recomendó a Foster Wallace y me metió en un camino de ida

Deslumbramientos más recientes con António Lobo Antunes, el escritor portugués, que me encanta. Lo que hace ese tipo con las letras me vuelve loca, cómo rompe la puntuación, me parece genial. Me fascinó hace poco una escritora contemporánea mexicana que se llama Fernanda Melchor. Su libro Temporada de Huracanes lo recomiendo profunda y vigorosamente. Tiene una belleza y un trabajo con la lengua impresionante.

Retomando tu novela, pensaba en todo este andar de Lina, este viaje largo en el que se embarca, los peligros que corre, esas “quebradas” suyas, yendo directo al título ¿Es verdaderamente una analogía? ¿Va rompiendo y fragmentando su vida? ¿Tiene que ver con el título o por qué elegiste ese título?

El libro inicialmente se llamaba Hasta encontrarte. Cuando le mando el libro a Pao, la editora, me dice que en Tusquets tenían en su catálogo un libro que se llama Hasta que te Encuentre (John Irvin), así que me dice: “No lo podemos hacer”. Yo le había puesto ese título porque, metafóricamente, hacía referencia un poco a todas las búsquedas que se daban en la novela. La idea iba por ahí. 

Pero como no podíamos ponerle ese título, en un momento, a la carrera, apareció la idea de ponerle Quebrada y nos pareció que bien podía aludir al territorio de donde salen Lina y Relicario, podía remitir a la estructura del texto, porque la novela está quebrada en dos relatos y también a las relaciones rotas, almas rotas, porque hay mucha quebradura en varios sentidos afectivos y vinculares. Pero como si fuera poco, además yo me quebré una pierna, porque evidentemente había que hacer bien literal la cosa (risas) 

Menos mal que sos psicóloga y no hace falta que te diga nada sobre eso (risas)

Totalmente (risas) Así que ahí tenemos un cuarto sentido del libro. Bolaños decía que es peligroso escribir. Decía “La literatura es peligrosa” Yo lo que le dije a mi editora es que a partir de ahora voy a tener mucho más cuidado con los títulos (risas) Por las dudas. 

Tengo una querida amiga escritora platense que la llamé cuando me rompí la pierna y le dije: “¿Vos te diste cuenta que escribí Quebradas y me quebré la pierna?” y ella me contesta: “Boluda, no me digas nada que yo escribí Enlutadas” (risas)

¡Ay no! (risas) Igual si vamos a analizar los títulos de los libros tenemos para un rato largo.

Suicidio, un libro que escribe Édouard Levé, un escritor francés, que le entrega el manuscrito a su editor y se suicida. El libro, además, era sobre el suicidio de un amigo de él. Así que tenemos títulos que son, evidentemente, premonitorios.

Volviendo a tu novela, a mí me gusta tener una palabra que describa el libro más allá del título, y en este caso me parece que es “destino” porque finalmente cada movimiento de cada uno de los personajes (y hasta voy a meter al burro) la finalidad, la ida, el viaje, todo es hacia un destino. ¿Puede ser que sea destino una palabra apropiada?

Sí, yo creo que te puedo contestar desde lo que me pasó mientras lo escribía ¿Te acordás que hablábamos al principio de que Relicario tenía un dilema? Y que lo resolvió, para mí, de la única manera que podía realmente resolverlo, cumpliendo tanto con su deseo de seguir a su esposa, como con el mandato de que a los muertos no se los deja. Esto me pasó todo el tiempo. Cuando se presentaban situaciones, yo sentía que los personajes obraban de la única manera posible que tenían. Por cómo eran, quiénes eran, por su origen, por su identidad, por  una serie de características, tomaban las decisiones que debían tomar. La única decisión que podían tomar, mejor dicho. Tal vez eso da una noción de destino.

Por otro lado uno siempre puede hacer lo contrario. Lina y Relicario, por ejemplo, tal vez el destino de ellos era no moverse de la quebrada y que se les siguieran repitiendo los días y morirse ahí. Pero ellos rompen con esa predestinación, caen en otro recorrido, pero tal vez podemos creer que sin “salvarse”. Después de todo, el destino final es para todos el mismo. No sabemos cómo. No sabemos cuándo.

De hecho cuando digo destino, también me refiero a finitud.

También podemos pensar que son las Coplas de Manrique. Que el mar es eso, el infinito. No se llega al mar hasta que no se termina la historia personal.

Contanos cómo se vive la previa de la salida del libro, porque me habías comentado antes de empezar la entrevista que sentías cierto nerviosismo antes de que se publicara.

Lo hablábamos con mi editor de España y él me decía algo con lo cual me sentí muy identificada. Dijo que cuando él edita un libro y lo lanza, siente que lo que hace es lanzar una botella al mar. Y que en realidad vos no sabés nunca a dónde va esa botella ni qué va a pasar  ¿La agarrará alguien o nadie? ¿Leerán el mensaje? ¿Lo entenderán, decodificarán, pensarán, dialogarán con eso? Y todo eso es un gran futuro imperfecto. Es hermoso, porque me parece que todo texto se completa con la mirada del lector, y habilita tantas lecturas como lectores tenga. Entonces a mí me agarra como un vértigo, una curiosidad muy grande. Lo escribís y listo ya está, es como un hijo que ya no va de la mano tuya. Soltás y decís “Bueno, hacé tu camino” y no sabés qué le va a pasar en la vida, si se va a cruzar con alguien o no, cómo le irá. No sabés y entonces es todo una curiosidad enorme.

Claro, porque como bien decís, la interpretación de cada lector es distinta.

Es hermoso eso. Yo creo que para quien escribe no hay dicha mayor que esa multiplicidad de lecturas y esa irradiación de sentidos de un texto. Porque el texto es una mitad, es una mera proposición y eso que se genera con las lecturas, yo digo que es para descorchar un vino y quedarse brindando con la vida.

¿Vos cómo ves la literatura contemporánea? La latinoamericana, para no hacer tan abarcativa la pregunta. Vamos a nuestro idioma. Yo a Quebrada lo veo como un libro que irradia novedad, desde la temática, quizás a la estructura, cómo está escrito. Pero ahora hay mucho de libros de género, las autoficciones, que hay cosas maravillosas y malísimas.

Hay algo muy hermoso que viene pasando, por suerte desde hace un tiempo, que se llama editoriales independientes, por ponerle un título. El laburo que están haciendo, permite una multiplicidad de ediciones y una visibilización de textos que de otro modo no hubieran llegado a los lectores. Si vos pensás en el campo literario cómo se venía dando todo, antes de la proliferación de las editoriales independientes (y no sólo en el mundo hispanoamericano), eran muy pocas las editoriales y además repetían a muy pocos autores. En paralelo, había un montón de gente escribiendo de forma alucinante, que recién ahora se puede llegar a conocer a algunos de esos autores. Creo que la proliferación de pequeñas editoriales independientes, cada una con su búsqueda estética y armado de catálogo, permite una irradiación y una multiplicidad de propuestas. Eso enriquece mucho al campo literario. 

Después lo que nos pasa a nosotros, como lectores, es que cada uno tiene  su propia búsqueda estética o su necesidad de dialogar con determinadas escrituras, sus preferencias. Más allá de que uno siempre explora los márgenes, los bordes, en las afueras del canon del momento. Pero sí creo que uno termina leyendo, a mí me pasa por lo menos, desde alguna búsqueda estética personal. Por ejemplo, por mencionar otro texto, El Corazón del Daño de María Negroni. Es un texto fragmentario, que para mí también trae una novedad, porque no sé si está catalogada como novela o qué, yo la leí como un texto fragmentario que nos habla un poco del acto de escribir y también, en clave autobiográfica, nos habla de la relación entre una hija y una madre. Es de una honestidad brutal. Me resultó novedoso y me gustó muchísimo.

Me pasa también, que de un tiempo a esta parte, me he autorizado a abandonar las lecturas con las que no me estoy encontrando, con las que no estoy pudiendo dialogar. Esto es algo que antes yo no lo hacía. Yo empezaba un libro y a como diera lo terminaba. En cambio ahora pienso que la vida es una, que es corta, y que si te encontrás con un texto con el cual, al menos en ese momento, no estás pudiendo dialogar, mejor apartarlo y seguir con otro.

Destaco entonces el gran laburo que están haciendo las editoriales independientes y también, hay que decirlo, la circulación que le están dando los clubes de lectura y los talleres literarios, a estos títulos, a estas “botellas al mar”. Porque también del boca a boca, del comentario, sentís que algo empieza a resonar y te agarra curiosidad y decís a ver de qué va esto y me parece sumamente interesante todo eso que se genera.

Para terminar te pregunto, ¿qué se viene?Terminé un libro. Cuando me quebré estuve en cama 5 meses y medio. Me tuvieron que operar y te imaginarás que en cama no hacía más que leer y escribir. Así que escribí un libro que se llama Aguas de Marzo y que se compone de cinco relatos que se van entrelazando, si bien al final es una misma historia. Es una obra escrita desde el dolor físico, que no me había pasado nunca en la vida. Siempre escribí desde el dolor psíquico pero nunca físico. 

Son historias de mujeres que se desarrolla, es un poco fuerte decir “al ocaso de la vida”, así que mejor digamos “al atardecer” o “al otoño” de sus vidas. Son cinco cuentos largos que, por alguna razón, los últimos dos terminan entrelazando al resto. Lo acabo de terminar así que ya veremos qué destino tendrá.

En unos meses, además, voy a empezar otra historia de estilo rural, que va a ser una novela.

Te gusta lo rural.

Sí. Me agarra. Me atrapó.

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