Maru Leonhard nació en Buenos Aires y se crió en Ramos Mejía. Estudió Diseño de Imagen y Sonido y trabaja como editora audiovisual y guionista. Transradio (Cía Naviera) es su primera novela, finalista del Premio Novela Fundación Medifé Filba y del Premio Sara Gallardo. Allí hay huida y búsqueda, duelo, dolor y color. Visualmente potente y de una simpleza particular, la autora no pasa desapercibida. En una charla más que amable nos contó lo siguiente.
Por Lala Toutonian.
Antes de adentrarnos en tu novela, contanos sobre algo que parece muy curioso: ¿hacés guiones de reality shows? ¿Los reality están guionados?
Sí, es cierto van guionados. Porque ponés las cámaras y la gente no es tan interesante como parece, incluso la gente que imaginamos más interesante de los que se anotan en reality shows. Lo que hacemos como guionistas es buscar historias dentro de las vidas normales de esas personas. Por ejemplo, ahora estoy trabajando en un reality que transcurre en la selva, así que veo gente desnuda todo el tiempo y estoy horas mirando como construyen sus refugios, buscan comida y siempre en cualquier grupo humano empiezan a surgir conflictos, dramas, extrañan a sus casas, etc. Con eso los guionistas vamos viendo qué tomar de ese material para “contar un cuento”. La materia prima nuestra es la gente que se anota y nosotros tratamos de moldear lo que hacen para darle un poco de énfasis. No es que inventamos. Los personajes son como son y lo que se hace es explotar las características que lo distingan más.
Parece muy divertido y hasta casi un estudio sociológico.
Sí, es muy divertido y es maravilloso porque he tenido la suerte de trabajar en varios formatos de reality show. Pero hay de todo. Algunos son tremendos, como uno que hice para la comunidad latina de Miami sobre mujeres cuyo objetivo era bajar de peso para entrar en su vestido de novia y conseguir marido. Tenés que tener una personalidad muy particular para anotarte en un reality. Sobre todo esos reality que te piden mudarte a un lugar específico, que te están grabando durante todo el día e incluso a veces tenés que grabarte vos mismo cuando la producción se va.
Sos una escritora novel que debuta con Transradio y tenés inmediatamente dos nominaciones a dos grandes premios: el de Sara Gallardo y el de FILBA ¿Cómo viviste todo esto junto?
Fue rarísimo. Todavía no lo termino de creer. El primer shock fue cuando tuve el libro en la mano, fue una emoción que nunca había sentido. De ahí en adelante fue una marea de cosas buenas. No me lo esperaba. Contaba con gente que me quiere y que iba a leer el libro, y justo salió dentro de una suscripción literaria, entonces tenía una posible base de gente que lo iba a leer, pero no me imaginaba estar acá, un año y pico después, hablando de todo esto. Con los premios me pasó eso: Estar nominada a dos premios con una primera novela que me dio muchísimo trabajo publicar, fue alucinante. Todavía hoy me resulta muy difícil de creer.
La novela es una historia en donde reside el dolor, quizás la nostalgia. ¿Cómo te resultó trabajar los personajes a partir de eso? ¿El disparador fue realmente el dolor?
La primera versión fue bastante intuitiva. Hay algo de todo esto que se lee de los personajes y de los temas que habla la novela que apareció después. De hecho la primera versión era mucho más superficial. Yo tenía los personajes, tenía el mundo, existían Transradio e Isabel, pero había debajo algo que todavía no estaba del todo cocinado. Eso fue lo que terminó apareciendo con la reescritura y con la corrección. Por eso no estuvo escrita a partir del dolor, pero sí me di cuenta que inconscientemente yo había escrito eso. Después lo reforcé y le puse mucho más énfasis al tema.
¿La protagonista fue a buscar refugio o fue a buscar la razón del dolor?
Creo que Isabel piensa que está huyendo. Es como el camino que yo hice con la novela: estaba escribiendo del dolor sin saberlo. Ella está yendo a buscar alguna respuesta sin saberlo, pensando que está huyendo de su dolor actual. Hay algo en esa huida que en realidad es un engaño, porque no está escapando sino metiéndose hasta el fondo del barro para ver qué había ahí abajo y ver si desde ahí puede seguir hacia adelante.
Hay recuerdos, fantasía, sueños, realidades ¿Cómo lo manejaste literariamente? ¿Cómo separaste todas estas partes?
Soy un poco nostálgica y además tengo esta cosa de no saber si algunos sueños míos son recuerdos reales o sueños. Esto fue uno de los primeros disparadores. En la novela, Isabel vuelve y se reencuentra con un lugar que ella, en sus recuerdos y en su memoria, lo tenía configurado de otra forma. Yo misma tengo imágenes de cuando era chica, que no tengo idea si son realmente cosas que viví. Eso me pareció fascinante. Cómo uno se convence de que la anécdota es ésta y que el recuerdo es así. Eso lo trasladé al libro, sobre todo en cuanto a los recuerdos de Isabel. Después está la dimensión de los sueños, algo más psicoanalítico que surgió cuando corregí la novela. Porque estaba en un punto muy alto de mi propia terapia psicoanalítica y surgió mucho de ese trabajo de inconsciencia en el libro, que lo tengo atado a ese momento de mi vida: haber hecho diván mientras corregía la novela.
Este es un libro que de algún modo no lo podés dejar porque te perdés.
Hay algo fragmentado en la novela, que tiene que ver con el modo de escribir que a mí me resulta más sencillo. Al principio, la novela era todavía más fragmentada pero sin tener ningún contenido ni sustento, con sueños que eran apenas un párrafo en el medio, sin explicar nada. Todo eso lo fui eliminando. Conservó lo fragmentado pero no es algo completamente onírico. Si leés la novela le podés seguir el hilo. Esto fragmentado tiene que ver con mis gustos, con lo que leo y disfruto. Novelas de capítulos cortos. Me gusta que haya mucha acción. Eso fue colaborando para que armara la novela de esta forma.
Entonces hablamos de la importancia de un buen editor. Tener alguien al lado que va siguiendo lo que estás escribiendo o lo que ya escribiste y te pide que pongas o saques ¿Te sentiste cómoda?
Muy cómoda. Siempre cuento que con Andrés (Beláustegui) y Claudia (Arce) de Compañía Naviera, nos entendimos de entrada y fue clave para que el libro avanzara. Nos juntamos y me dijeron: “Hay algo muy bueno acá y hay mucho por trabajar”. Eso era mucho más de lo que me había dicho cualquier otra editorial. Además, me gustó la lectura que habían hecho y cómo habían entendido al personaje. Tenían preguntas para las que yo no tenía respuestas. Fue con esas preguntas para las que faltaban respuestas, con las que me puse a trabajar y luego pasé mucho tiempo corrigiéndola con una escritora: Natalia Moret. Fue juntarnos muchas veces durante horas, preguntándonos de todo acerca de los personajes. Todas esas preguntas empezaron a tener sus respuestas y ahí sí pude presentarles una versión más definitiva a los editores. Con esa versión pude trabajar con Claudia, que tiene una mirada muy afinada, que va muy al detalle, para darle las últimas pinceladas que le faltaban a la novela.
Los detalles son muy evidentes, especialmente a la hora de la descripción de las personas, lo que llevan puesto, los lugares. Eso te permite verlos.
Claro, las descripciones de los personajes, el detalle de los sueños, de los recuerdos, son como imágenes.
Hay momentos en la novela, por ejemplo cuando ella vuelve a la infancia, empieza a recordar cosas que pone en duda y consulta a ver si sucedieron realmente.
Comienza a indagar sobre sus propios recuerdos. Es muy loco reencontrarte a los 30 años con una persona que te conoció cuando tenías tres años. Quizá tengas un recuerdo de esa persona, pero ella lógicamente tiene muchísimos más recuerdos sobre una. Esa configuración entre recuerdos propios y los recuerdos de personas más grandes o chicas que te conocieron, te hacen replantear las cosas y generan muchas preguntas acerca de lo que considerás tus recuerdos. Me encanta eso porque me pasó en mi vida, de encontrarme, por ejemplo, con un amigo de mi papá que no veía desde hacía más de 20 años, y que me dijera: “Yo me acuerdo que venías a mi casa y hacías tal cosa”. ¡Y yo no me acordaba! Está bueno tener “recuerdos nuevos” sobre cosas de tu propia vida.
Terminan armándote la identidad, que es justamente lo que le pasa a la protagonista de tu libro. Empieza siendo una persona y no es que termine siendo otra necesariamente, pero es ella misma reafirmada en su personalidad y vivencias.
Reafirmada en su personalidad, en su distancia con su madre y en eso que ella todavía no puede procesar sobre la muerte de su madre. Se reencuentra con eso y teniendo veintipico de años resulta muy diferente la experiencia de revisitar algunos recuerdos de la infancia. Cuando sos chico, vas a alguna reunión familiar y te queda algún recuerdo de que todo era jolgorio, y por ahí después de unos años esa gente te dice que nada que ver, que estaban todos borrachos y que en el fondo pasaban otras cosas, que se estaban peleando tal vez, y vos simplemente tenés el recuerdo de una algarabía bárbara. Todo eso es lo que a mí me parece genial. Ir revisitando esos recuerdos me encanta.
¿Qué pasó después? ¿Escribiste algo más? ¿Querés seguir escribiendo novelas?
Sí, definitivamente quiero seguir escribiendo novelas, pero ahora no estoy en el mejor momento por mi trabajo con los reality shows. De todos modos tengo una novela que escribí un año después de Transradio, en el 2015, y que considero que necesita muchísimo trabajo y tengo planeado hacerlo en no mucho tiempo. Ideas siempre tengo. Eso es algo que me gusta. Pensar “de acá puede salir algo” cuando veo que le pasa algo a una persona. Pero después hay que sentarse y hacerlo, porque las ideas son buenas pero hay que pensarlas, escribirlas y eso requiere muchísima energía y cabeza. Pero sí, definitivamente quiero seguir escribiendo.
De la literatura argentina contemporánea, ¿qué autores o autoras te atraen un poco más y qué género te gusta leer?
Soy muy fanática de Mariana Enriquez. De hecho me gusta mucho el género de terror. Tengo ganas de hacer en algún momento una novela de terror con una idea que ya tengo en la cabeza. Ya empecé a escribir algunas cosas sueltas. Mariana Enriquez me parece bárbara porque tiene una combinación de historias muy potentes y escritura muy particular. A mí la escritura más reflexiva, en donde no hay tanta historia, no me engancha. Me gustan las historias, por eso en un momento estudié cine y doy clases de guion, porque me gusta contar historias, pensar personajes, inventar mundos. También me gusta mucho Selva Almada. Algunas novelas de Ariana Harwicz. Me encanta todo lo que hace Marina Yuszczuk y su última novela la disfruté mucho. También, volviendo al terror, me gusta mucho Luciano Lamberti. El terror es un género que me encanta.
¿Te dedicarías exclusivamente a un solo género en particular?
El terror me encanta. En lo que tengo en mente hay fantasmas y transcurre en un leprosario. Cuando estaba en la facultad hicimos un documental de un leprosario que hay en General Rodríguez. De lo primero que me tuve que desprender fue de los prejuicios, porque hay todo un imaginario popular acerca del contagio. En este leprosario de General Rodríguez sigue habiendo gente de 80 años abandonada por su familia porque en su momento creyeron que no tendrían cura y los dejaron ahí. Entonces hay todo un escenario que me movilizó y está bueno para una novela. Es un hombre que entra a trabajar a un leprosario como enfermero y van pasando “cosas”.
Dentro de la literatura internacional, ¿te gustan los clásicos de terror?
Soy pésima con los clásicos. Es una deuda que tengo muy pendiente. De hecho el año pasado hice un taller de terror con Daniela Pasik y de ahí me quedaron muchas ganas de investigar mucho más la literatura clásica. No solamente de terror, sino los clásicos en general. Los clásicos me cuestan mucho. Me tengo que forzar a leerlos, aunque después me enganche. Tengo 40 años y recién hace muy poco tiempo que leí Cumbres Borrascosas, de Emily Brontë. Tal vez será que yo entré más a la literatura de terror a través del cine de terror.
Fuera de los clásicos, entonces, ¿Qué leés de literatura más contemporánea internacional?
Soy muy fan de Stephen King. Me gustan mucho sus libros. También me gusta mucho Ian McEwan. Hace poco leí un libro de Delia Owens que se llama La Chica Salvaje, un libro nuevo que me resultó espectacular, muy oscuro pero hermoso. Ottessa Moshfegh es una autora de la actualidad que me hace estar esperando con ansias todo el tiempo lo próximo que escriba. Como título suelto te puedo mencionar a Mary Karr con El club de los mentirosos, que disfruté y me divirtió mucho.
Volviendo a lo que nos decías de cine, terror y todo lo que nos contás que tenés en mente o ya escrito ¿Lo ves trasladado al cine?
Sí, me encantaría. Mi plan a futuro es muy incierto, así que no puedo precisar mucho, pero me encantaría dejar de trabajar en reality shows y comenzar a trabajar de escribir más ficción en literatura, en cine y en televisión. Me doy cuenta que particularmente hoy en día hay mucha más apertura para el terror de lo que había en otra época. Está más de moda y creo que hay que aprovecharlo. Yo cuando escribo pienso mucho en imágenes, por eso un montón de gente me ha dicho “veo la novela”, “veo los espacios”, “veo los personajes”. De hecho hay cosas que comienzo a escribirlas a partir de una imagen. Esa es la forma en la que pienso: en imágenes.