Emmanuel Taub: “La verdad es pesimista”

Emmanuel Taub es investigador de CONICET y se especializa en pensamiento y misticismo judío. Los libros que tiene publicados hasta ahora son: Otredad orientalismo e identidad, Mesianismo y redención: Prolegómenos para una teología política judía, La modernidad atravesada, y su último libro, del cual estaremos hablando es La Palabra y la errancia (Planeta).

Por Lala Toutonian.

¿La palabra y la errancia es el libro de la antifilosofía?

Sí, es un libro antifilosofía. En un punto trata de sumergirse hacia adentro en el pensamiento judío, pero para romper con la filosofía occidental. No necesariamente romper, porque nadie rompe nada y yo menos (risas) pero sí al menos hacer algunas críticas a la filosofía y especialmente a la modernidad de la filosofía; el tema de la segmentarización y disciplinarización de la ciencia. Creo que hasta el estilo de cómo está escrito el libro, busca tratar de traer el pensamiento premoderno, en el sentido de los tratados premodernos, y juntar toda la literatura y todas las ciencias humanas como parte de nuestro know how, del lugar donde pensamos, la literatura, la poesía.

Estilísticamente parecen aforismos, por eso resulta de lectura grata, versátil, con mucho ritmo y cadencia, más allá del tema que trate el libro. Porque, por ejemplo, vos hablás mucho de Dios, y yo como no creo, lo tomé como “la verdad”, o como “la existencia”. Habiendo leído a Heidegger a Deleuze. Digamos que el libro trata sobre “La Palabra” como primer concepto desde lo bíblico hasta La Torá.

Es que es mi libro sobre Dios. Tan jugado como eso. La “in-existencia” de Dios, pero no como la falta de Dios, sino como la imposibilidad de Dios en nuestro mundo material. Por eso el guión ahí. Es un libro de pensamiento judío ¿Qué quiere decir? No es sobre judaísmo sino que yo “soy en el judaísmo” o es el famoso “Pensar en judío” de Franz Rosenzweig que es desde donde pienso el mundo. Mis fuentes principales son la tradición judía a la hora de pensar los problemas filosóficos, y ese es quizás el postulado por el cual no es un libro de filosofía. Trata de pensar la filosofía desde la matriz judía. En ese sentido, tiene diferentes capas de lectura. Una de las capas de lectura es nuestra propia errancia, porque desde el relato bíblico fuimos creados con un mundo que estaba antes y que va a estar después. Por lo cual, también confundimos en la modernidad, estar en el mundo con ser los dueños del mundo y hacer lo que sea con el mundo. Somos en la errancia, no somos dueños de la tierra. La idea de territorialidad va en contra del propio judaísmo también, o por lo menos pone en duda lo judío en el tema del territorio. En la pandemia se me generó una pregunta: ¿El texto bíblico y el relato del éxodo de la salida de Egipto hasta la tierra prometida, es el objetivo del pueblo o es una excusa para construir un relato? Porque en la historia total del judaísmo es excepcional la territorialidad.

Ahí se conecta con la errancia, porque el pueblo judío salió al desierto. La soledad, este “no ser” a partir de cruzar un desierto, que es la nada misma ¿Es como quitarte la humanidad de algún modo?

El desierto es la errancia. Para mí es bastante interesante esto, porque en la historia del judaísmo, el desierto quedó totalmente obnubilado. Se borró el desierto. Que somos en el desierto y somos desde el desierto. Parece que el judío nació con un libro bajo el brazo y con una biblioteca detrás en la espalda, y sin embargo somos en el desierto, el judaísmo nace en el desierto. La errancia nace en el desierto. Lo que te decía acerca de las diferentes capas o dimensiones, es que por otro lado es todo un juego de pensar que somos en el libro. Algo bastante borgeano, por cierto. Somos errantes en un libro. Cuando uno lee un texto bíblico no solo está leyendo la creación del mundo, sino que lo está creando a medida que lo lee.

¿La palabra es lo que crea?

La palabra es lo único que crea.

Tu libro no va en búsqueda de una respuesta sino que va creando preguntas y por eso la necesidad de la palabra.

Totalmente. Es un libro de preguntas. No es un libro de respuestas. Para las respuestas está la filosofía, el ser humano y la ciencia. Este es un libro que abre preguntas. Para mí, el judaísmo es la pregunta y es la escucha, no la respuesta. Este un libro que se escribió durante 7 años. Desde mi libro Mesianismo y redención hasta este libro, fueron 7 años de  caminar para tratar de encontrar la forma y el modo de escritura, e incluso salirme de los academicismos. Es un libro de errancia, en el sentido de generar preguntas. Me parece que la duda es lo que abre y nos permite seguir en la existencia, y la respuesta es lo que clausura.

Una forma de inaccesibilidad a la verdad existencial. Casi declarás que eso no lo vamos a lograr nunca ¿Es así?

Este es un libro sin verdades. A mí me parece que la verdad es inaccesible. La verdad de Dios y la pregunta imposible. Siempre que me preguntan si creo en Dios, digo que sí, y si me preguntan por qué, digo: “Porque no lo puedo explicar”. El día que pueda explicar a Dios, voy a dejar de creer en Dios. Justamente creo en las cosas que no puedo explicar y son muy pocas: Dios, la amistad, el amor, la poesía y no mucho más. Es un libro sobre la imposibilidad.

¿Es un libro pesimista?

Totalmente pesimista, pero porque la verdad es pesimista. Porque ante la imposibilidad de la verdad tenemos dos caminos: o nos pegamos el corchazo o le damos sentido a esto que tenemos, gracias a entender que no somos nada más que esto que tenemos.

¿Hacés una reivindicación de la búsqueda existencial, tal vez, a través de la poesía?

Es que de alguna manera, el lenguaje poético, es un lenguaje que no dice, sino que es lo más cercano al sentir. El lenguaje poético, es el que nos eleva al intento más sublime, de tratar de traducir algo del silencio divino y la belleza, en nuestras palabras. Justamente porque es un vaciamiento del sentido del lenguaje. Siempre me acuerdo de la frase de Paul Valérie, que dice que lo peor para un poeta es que le pidan que explique su poesía. La poesía nace y brota y para mí es mucha musicalidad. Traté de darle un lugar a la poesía, y además traté de arrasar un poquito con la idea de: poesía o filosofía, poesía o judaísmo, ciencia o poesía. Me parece que todo esto es la maquinaria que tenemos, es nuestra caja de herramientas para poder pensar, y no hay una gran diferenciación, porque no hay una verdad. Para mí la ciencia es literatura con guardapolvo blanco ¿Cuánto dista la filosofía cuántica de la mística? Muchas veces en los grupos de estudio, cuando estoy enseñando mística, leo fractales o leo algún fragmento de filosofía cuántica y no se reconocen diferencias. Parece que estoy leyendo un tratado de mística.

Volviendo a la errancia, al desierto y la soledad, se me sumó otra palabra que es el olvido ¿Coincidís?

Nadie se va al desierto para morir en el desierto. Es el laberinto sin paredes. Y sí, totalmente, para mí decir pasado y decir olvido es lo mismo. Es un tema de temporalidades. Porque todo lo que queda en el pasado queda en el olvido. Justamente la idea de que no hay verdades y de que la historia es una construcción imaginaria y es una literatura, también es rescatar del olvido todo aquello que nosotros consideramos importante. Para nuestra propia subjetividad como para del estado nación. Eso es la historia. La historia es sacar del olvido, sacar del pasado todo aquello que nosotros consideramos highlights o elementos importantes que trazan nuestra historia, y hacer de esa historia algo que tenga sentido, y siempre con una idea de trascendencia. Nadie rescata del olvido algo que no tenga que ver con una mirada hacia el futuro.

El libro cuando habla de Dios y su devenir, también pienso que tiene que ver con todo el transcurrir de la vida. Porque va desde un nacimiento hasta esa trascendencia y la muerte como la inexistencia. Yendo un poco más allá, un tema del que vos has hablado alguna vez conmigo: El pesimismo que tiene la persona que tiene hijos y el pesimismo de la que no los tiene ¿Ahí se resume un poco la inexistencia?

Yo no hablo de vida y muerte, sino que hablo de vida y finitud de la existencia material. Para mí la muerte es el espacio en donde habita Dios, porque es la no vida material. Sólo puede tener finitud aquello que atraviesa el tiempo. Por eso creo que Dios es una espacialidad. Cuando nosotros decimos “eternidad” a veces lo confundimos con una temporalidad y sin embargo es una espacialidad. Solo podemos tener experiencia de la finitud porque estamos en el tiempo. No hay un Dios niño, adolescente o viejo. Dios es Dios. Todo pasa en planos secuenciales. Cuanto más estudio física cuántica, más me doy cuenta cuánto se relaciona la mística judía con todo eso. Son espacios superpuestos. Dimensiones superpuestas. Según la mística Dios crea todo en un mismo momento, después se va ordenando y se va a aplicando según la espacialidad y la temporalidad. Sobre lo que me decís de los hijos, es cierto, siempre digo que es egoísta decidir traer un hijo al mundo, y es tan egoísta como decidir no traerlo.

Si bien el libro está despojado de academicismos, me parece a mí que hay una seguidilla de notas al pie y de bibliografía, en donde entra esa pequeña costumbre académica ¿Tuviste una necesidad de explicar y contextualizar?

Me parece que es un tema de cómo encontrar el lenguaje que yo quería utilizar, para poder expresar las cosas en la forma que quería expresarlas. Es notorio y evidente, que una de las fuentes principales para el libro es El Libro de las Preguntas de Edmond Jabès, también el Talmud y un poco el Libro de los Pasajes de Walter Benjamin. Es darle diferentes palabras y voces a un libro que también trata de hablar consigo mismo. De entrar en diálogo. Encontré en la nota al pie un recurso, pero quise que no fuera el habitual que usamos en la academia y la tesis. Estas notas al pie están construidas con el nombre del autor y yo no intercedo ahí. Están solamente las voces de los autores. Está un párrafo o algo que dicen y eso que dicen está en diálogo o incluso se contraponen. Esa es parte de la búsqueda que cada uno tiene que hacer. Es la idea de que hay como dos libros en un libro.  Es más, empieza así.

Sí, acá lo tengo: “Ningún libro es solamente uno”.

Exactamente. Yo creo que hay dos libros. Es más, si uno leyera solamente las notas al pie, va a encontrar otro libro. Un libro de diálogos entre autores que están hablando y tal vez se contraponen, como te decía. Escribir es también un juego. Es algo lúdico ¿No? Parte de lo lúdico de la escritura de este libro era no explicar demasiado. Acá hay citas que están en contra de lo que yo digo y otras que apoyan lo que escribo.

Me gustaría que nos desarrolles un poco el capítulo de Auschwitz, porque es de los más destacados.

Lo llamé Auschwitz, porque yo no hablo de Shoah, la segunda guerra mundial o el holocausto, sino que hablo del “evento Auschwitz” en particular. Inspirado un poco en Paul Celan, que hablaba del “evento”. Me parece que Auschwitz es una palabra que sintetiza todo el horror de lo que pasó, pero además es universal. Es lo más desarrollado y el punto del mayor progreso de la modernidad, en su momento, y también su mayor destrucción. Toda la tecnología, toda la maquinaria industrial estaba puesta al servicio de una máquina destructiva del propio ser humano. La historia del ser humano es la historia de la destrucción del ser humano. Desde Auschwitz a Hiroshima y Nagasaki pusimos desde el fordismo y la industrialización, hasta la física cuántica en pos de la destrucción del propio ser humano. Es la punta de un iceberg. Es no sólo el punto de llegada sino también de partida para un montón de tecnologías y un montón de técnicas destinadas a la destrucción del propio ser humano, como forma de construir el statu quo hacia adentro de los estados. Pero la palabra Auschwitz, no sólo condensa al judaísmo, sino a todos los que pasaron por Auschwitz. Por eso elijo usar Auschwitz, porque Shoah y Holocausto está segmentado al judaísmo. Usar la palabra tan fuerte como “Auschwitz”, en cambio, tiene otro sentido. No hay resignificación de Auschwitz. No se puede resignificar. Auschwitz es donde murieron judíos, homosexuales, rusos, polacos, todos.

En una parte decís que “Auschwitz es el olvido de Dios”.

En realidad eso es contra Emmanuel Lévinas (risas) Porque a Lévinas le preguntaron en dónde estaba Dios cuando pasaba lo de Auschwitz y él contestó: “Estaba también ahí”. Mi respuesta es que Auschwitz es el olvido de Dios, porque es el olvido de todo lo que hace a la trascendencia y al ser humano. En ese sentido, a mí me gusta mucho lo que dice Maurice Blanchot sobre Auschwitz. Dice que una vez que el evento Auschwitz desgarró el tiempo y el espacio, esa desgarradura hizo que ya ningún texto se pueda concebir de otra forma que no sea: “Antes o después de Auschwitz”. Así como decimos antes o después de la era cristiana, ahora hay que hablar de antes o después de Auschwitz. Lo otro que dice Blanchot, es que tuvo que morir una parte de la humanidad para que todos podamos reconocer lo que hicimos, y por eso ahora tenemos una sobrevida. O sea que el concepto de vida moderno se acaba en Auschwitz, dice Blanchot, y desde ahí en adelante lo que tenemos es una sobrevida o una supervivencia. Por eso es tan importante y por eso tiene un capítulo propio en el libro.

Cuando hablás de la palabra de Dios, también hablás de lo que no dijo ¿Qué es eso del silencio de Dios?

Dios se expresa en el silencio. Dios después de crear, hace silencio y se expresa en ese silencio. Por ejemplo, en la mística judía. Lo que explica la mística judía no nace desde la revelación de Dios en el Sinaí. Si Dios habla y se comunica con el ser humano, no hay posibilidad para la mística, el secreto, el misterio y la búsqueda. Justamente cuando Dios calla, en lo que yo llamo “calladuría”, el ser humano se aviene a un abismo, a un vacío, en el que trata de generar palabras para volver a alcanzar a esa voz que dejó de hablar. Esto es lo que tiene que ver con la “in-existencia” de Dios. No es que Dios ha muerto. Es que Dios siempre estuvo muerto.

Suena igual, pero el “Dios ha muerto” de Nietzsche se refería a otra cosa.

Absolutamente. Yo entiendo que el gesto de Nietzsche es insultar y blasfemar a Dios. Es una provocación. El Superhombre somos cada uno de nosotros, que nos ponemos en nuestro lugar por sobre el lugar en donde estaba Dios. Por eso los nazis entendieron del Superhombre nietzscheano lo que quisieron. Insultar a Dios, porque es Nietzsche, fue el gesto que rompe con Dios y es el gesto más moderno de la modernidad. Mi libro, aunque toma todas las comodidades de la modernidad, no deja de ser un libro en contra de la modernidad. Es totalmente premoderno, por eso la errancia, el desierto y Dios. Es mi intento de tratar de mover y sacar al ser humano del centro de la escena. En el libro la palabra, la errancia y el desierto son mucho más importantes que el ser humano. Por eso hay más preguntas que respuestas.

¿Vas a seguir escribiendo sobre esto?

Sí, este libro es el principio de una trilogía que consta de: La Palabra y la errancia, que es el libro de Dios, el segundo es El libro de los ángeles y el tercero es El Libro sobre Job. Entre medio hay dos libros chiquitos, que uno ya lo terminé y está entregado, que es el de la autoterapéutica mística, que es algo muy nuevo. En algún punto creo que La palabra y la errancia es mi primer libro. Cuando lo terminé, creí que no iba a volver a escribir.

Qué curioso que lo consideres como “tu primer libro”. Fue el que más llegó, tal vez.

Para mí este es el primer libro, no sé por qué, tal vez por todo lo que escribí y que fue un montón. Todo lo de antes se condensó acá y en adelante no hay mucho más que quiera escribir, más allá de la trilogía y un libro más que va a ser El libro de los árboles. Después quiero dedicarme a vivir. Sobre la llegada, me parece que llegó mucho porque es un libro para leer y no para entender. Cuando yo tenía 18 años y estaba leyendo El Ser y El Tiempo de Heidegger, estaba totalmente embarrado en una parte y le dije a uno de mis maestros que no podía salir de ahí. Él me dijo: “Vos seguí leyendo, porque te va a entrar por otro lado”, y eso es porque a veces la escritura entra por la poética de la escritura. Creo que ese es el sentido de mi libro. Es más, si lo querés entender te va a generar más dudas y preguntas que respuestas. Es un libro que traté de construir para disfrutar desde la lectura.

Es un libro de misticismo judío, pero sigue siendo un libro para que lo puedan leer todos, porque es sobre la in-existencia, y habla sobre una forma de finitud que no está poniendo una traba, sino que está abriendo un espacio.

Claro, no es un libro sobre el judaísmo, sino “desde el judaísmo”, porque así es como yo pienso, porque el judaísmo es mi ser en el mundo. Yo pienso desde ahí. Cuando tengo que ir a las fuentes o ir a buscar algo voy a las fuentes judías, no voy a los griegos. Esa es la diferencia. Ese es el “pensar en judío” de Rosenzweig. Cuando yo tengo que empezar a pensar un problema como el de Dios, voy a la Torá, no voy a los tratados de filosofía sobre Dios, porque mi lugar desde donde pienso es ese. La Torá y el judaísmo son tradiciones interpretativas. Las tradiciones bíblicas, rabínicas, místicas y filosóficas son parte de esa caja de herramientas desde donde yo pienso. Es un estudio constante. Es desde donde pienso, enseño, estudio.

Estar siempre dentro de un mismo “género”, como el misticismo judío ¿Te agobia o te sigue inspirando?

Nunca me canso de estudiar lo que estudio. Siempre tengo nuevas fuentes para seguir estudiando y además considero que no hay un solo judaísmo, o al menos creo que hay muchas tradiciones interpretativas. A veces me paso todo el día con una palabra en hebrero, porque la filología entra también ahí y el lenguaje bíblico es maravilloso. Puedo estar horas tratando de traducir y explicar un párrafo. Entonces no me canso, porque uso el estudio “de esto” para “lo otro”. El libro de los ángeles, por ejemplo –que es el libro que estoy empezando a escribir– tiene que ver con la figura del ángel, con la angeleología judía, sin la cual no existiría la angeleología cristiana. Entonces me meto en la poesía y el lenguaje angeleológico, que tienen que ver con tratar de transmitir lo que va del mundo divino al mundo material. Así que no, sinceramente no me aburro nunca.

¿Estuviste escribiendo algo más?

Acabo de escribir junto a un amigo el libro El ser y la caca, pequeño manual sobre la mierda. Ya lo terminamos y entregamos. Es un libro filosófico sobre la caca. Es un pequeño tratado filosófico sobre la mierda, aunque a mí particularmente me gusta mucho la palabra “caca”. Es un pequeño tratado, pero denso, porque también recopilamos las torturas que se hacían con las heces en la ESMA, el Marqués de Sade, Zurita, los músicos que usaban la caca en el escenario, tiene de todo. Es un libro filosófico y también histórico que venía escribiendo hace mucho tiempo. Primero salió una nota en una revista y de ahí con Pablo Marchetti decidimos hacer un libro.

Para terminar, me gustaría que nos cuentes de vos como docente y académico ¿Cómo es tu ida y vuelta con los alumnos? ¿Qué interpretan? ¿Qué te suman?

Yo aprendo un montón. Aprendo en las materias de grado, posgrado y en los grupos de estudio. Si sigo dando clases es porque aprendo. Muchas de las cosas que aparecen en mis libros las pruebo primero en los grupos de estudio. Mucha gente estudia conmigo para “estudiar conmigo lo que yo pienso”. Los grupos de estudio son lo que más disfruto y de lo que más me alimento en los últimos años. Es gente que quiere estudiar y pensar en conjunto. Generar una comunidad de saber. Muchas de mis ideas, hipótesis o locuras como estas que escribo (risas) las tiro ahí y veo, y aprendo mucho de las palabras. Soy un agradecido de mis alumnos. El libro, en última instancia, está siempre dedicado a mis alumnos.

(Lectura en vivo de Emmanuel Taub)

El Libro también es la narración de las generaciones. Allí la memoria no es el simple acto de quien mira hacia atrás pasivamente (o el ángel de la historia de espaldas), sino que es el olvido quien desde atrás presiona al presente para volverse futuro.

Dios olvidó al ser humano para que el ser humano exista; Dios se olvidó de Sí para que el mundo exista. El olvido y la contracción (tzimtzum) habitan el mismo camino que se pierde por el bosque del conocimiento.

Dios no recuerda, ni siquiera su nombre

El Libro guarda la memoria del olvido, o de lo olvidado que constituyó el primer Libro. El judaísmo es la errancia y el exilio en la palabra revelada y el mundo. Esta errancia contiene una errancia anterior, el exilio antes del exilio: el silencio de la palabra de Dios hacia su in-existencia.

Ante la calladura de Dios, ciento de voces se entrecruzan. Son las voces de la incomodidad de existir en un mundo desolado. Habitamos un Libro en medio del desierto. Y en este desierto, el mundo no progresa sino que espera, como el hombre que espera circularmente mientras se pregunta por el Libro. Dios también espera.

En la errancia la contradicción se funde con la existencia. La contradicción de una in-existencia creadora libera al errante de la atadura de la respuesta abriéndolo a la frágil dimensión de la pregunta.

La contradicción también es ubicuidad: el errante, el judío, nunca es uno sino uno y otro, el que lo recibe y el que rechaza, el que pacta y el que expulsa, el que escribe y el que lee. No es uno o el otro, sino ambos pero nunca el mismo.

El recuerdo es el ancla del espíritu sobre un origen que se ha perdido. El origen es el silencio, el comienzo una letra, y la errancia.

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