Nicolás Igarzábal nació en Buenos Aires en 1985. Es licenciado en periodismo, docente, corrector y productor. Escribió en el Suplemento Sí!, del diario Clarín, revista Ñ, Rolling Stone, La Mano, Playboy y el portal de La Viola. Editó los libros Cemento, el semillero del rock (2015), Más o menos bien: el indie argentino en el rock post-Cromañón (2018) y el e-book Cosas sin nombre a kilómetros de hoy: la revolución futurista de Catupecu Machu (2020). Como poeta publicó Rutina caracol (2011), Mi ansiedad es un perro pekinés (2012) y 20 poemas, 20 colectivos (2014), además de participar de las antologías Esto pasa: Poesía en Buenos Aires (2015) y Poetas al acecho (2019). Actualmente escribe en la revista Viva y en Clarín Espectáculos, es profesor en la Universidad Abierta Interamericana (UAI), y crea contenido audiovisual para Instagram y You Tube (@nicolasigarzabal). Fue curador de a exposición Del under al indie en el Club Cultural Matienzo (2016). Además, hace trabajos como ilustrador.
Por Lala Toutonian.
Me gustaría empezar con tu libro Cemento: Semillero del rock. Que habláramos más de la escritura del libro y no tanto de las anécdotas. Es extraordinario el gran trabajo de investigación que hiciste. Armaste como un mapa, una cartografía de lo que es el ambiente de la música de rock, desde la investigación ¿Cómo fue ese proceso?
Tenés razón que los tres libros tienen como un esqueleto, un mapa, una época, un lugar, en donde hay un montón de testimonios, documentos, entradas, recuerdos y un poco de todo. Cemento fue el primero y después se fue replicando ese formato o esa base. Salió en 2015 y yo venía de muchos años escribiendo en el Suplemento Sí de Clarín. Acumulando notas. Recuerdo una nota en particular, que es con la puerta de Cemento ya cerrada, que estaban Pil Trafa, el Mosca de 2 Minutos y el Vala de Cadena Perpetua. Fue una nota que me marcó mucho. Yo era como un archivista de Cemento. Tenía mucho material acumulado. Entradas cortadas, las genéricas, posters y memorabilia y no encontraba nada más que un grupo de Facebook sobre Cemento, ningún documental un registro o algo, y empecé a cranear la idea de hacerlo yo.
¿Llegaste a vivir en primera persona de Cemento?
El primer show de mi vida fue en Cemento, un show Attaque 77, era la época del disco Otras Canciones, que era todo de covers, como el de Gilda, “No me arrepiento de este amor”. Ahí empecé a ir todos los fines de semana a recitales en Cemento, sobre a todo a cosas punks, Cadena Perpetua, Attaque 77, 2 Minutos, Flema, Bulldog, muchos festivales también. Fui hasta que cerró en 2004, cuando ocurre la tragedia de Cromañón, obviamente. Así que curtí esos últimos años, que ya eran como la decadencia de Cemento. Eso me sirvió para el libro, porque empieza en la época del apogeo en los 80 y después la decadencia es muy notoria, porque no había tantas bandas importantes ni se llenaba tanto el lugar. Está bueno haber visto esa decadencia y después reconstruir un poco el camino de la historia. Cuando yo iba a Cemento me decían: “Acá tocaron Los Redondos” o “Acá estuvo sentado Luca”. Esos mitos siempre estaban ahí, entre las paredes del lugar, y de vez en cuando salía alguna nota de Chabán recordando historias de Cemento.
Enorme, Omar.
Comencé a darle forma al libro, justamente por Omar Chabán, al que conocí de casualidad. Lo empecé a visitar en el Hospital Santojanni, en donde estaba internado, y empezamos a charlar informalmente. Yo llevaba un grabador medio a escondidas para no olvidarme de lo que me decía. Después, formalmente empezamos a hacer charlas para el libro, ya con la idea de hacer un libro sobre Cemento. Tengo un recuerdo de llegar a mi casa después de haberlo entrevistado muchas horas y decir: “Ya tengo un libro”. Tenía la voz del creador de Cemento, como algo oficial y formal. Tenía el mejor testimonio posible de encontrar, así que después me puse a buscar a las bandas. Primero las bandas punks que te contaba que me gustaban, un poco por fan y otro poco porque eran los que más había visto. Después los años 2000, con Árbol, No te va a Gustar, La Vela Puerca, y de ahí fui reconstruyendo hasta llegar a los 80 con Sumo, Los Redondos, Todos Tus Muertos, Violadores y los 90 con Babasónicos, Los Brujos, Animal, El Otro Yo. Hay bandas, como Catupecu Machu, que tenían discos grabados directamente en Cemento.
Entre todo eso, la época, el creador, las bandas, mis entradas, se fue empezando a formar el libro. Ahí lo llevé a Gourmet Musical Ediciones, en donde pudimos plasmar entre todos lo fotográfico, los textos, más chequear cosas y especialmente entrevistar mucho. Llegué a hacer como 150 entrevistas, que es un montón. Llegué al Indio Solari. Conseguí a Ricardo Iorio, que había tocado mucho con Almafuerte y Hermética. Se fue armando con todo eso y funcionó bien.
No son biografías duras, acá hay algo diferente y novedoso, más fresco, desestructurado, pero muy investigado y chequeado. Se me ocurre que para lograr este tipo de libros, se necesita un buen editor al lado. Como en Estudios Panda el ingeniero de sonido te va dando brillo, te va masterizando, te va dando el lustre, un buen editor te va guiando para armar este esqueleto que hablábamos de tus libros, ¿lo ves así?
Sí, claro es fundamental. Como un director técnico que va ordenando un poco las cosas. El de Cemento fue el que más nos costó para encontrarle una estructura ágil. Para llegar a esa agilidad hice mil ideas. Sabía que siendo Cemento tenía que ser un libro divertido, no podía ser algo serio. Al principio tenía tantas anécdotas sueltas, que lo pensaba justamente como un libro de anécdotas, como una ensalada, pero después no se entendía la historia, y pensé en la gente que no había ido a Cemento, tenía que conocer cuando nació, cómo fue la inauguración, el Teatro. En los demás repetí lo mismo, yendo a lo cronológico para contarlo de un modo claro, ágil y divertido.
En Panda también trabajás con muchas anécdotas.
El de Panda también tiene muchas anécdotas graciosas de grabaciones de discos famosos que se equivocan, salen temas por error, errores en los discos, temas que se improvisan sobre el final, masters borrados. Sumo grabando arriba de un master de Fricción. Temas que les faltaba la letra y en el último momento Miguel Mateos pone la de Tirá para Arriba.
Siempre tuve ese esquema y después lo trabajé con el editor, para que me ordene, me diga dónde poner la fotito, porque yo no tenía idea de cómo trabajar un libro a nivel visual, o por ejemplo el uso se separadores, que terminó siendo muy bueno en el libro de Cemento, con un músico hablando en primera persona y que fuera una página nada más.
De algún modo están linkeados Panda y Cemento.
Totalmente. Los dos libros tienen alguna clase de link, porque algunas bandas que grabaron en Panda, tocaron en Cemento, y viceversa.
Son longsellers, libros de consulta. Mas o menos bien, que relata la movida indie nacional y post indie, por ejemplo. El Acá también estás trayendo todo un universo que ocurrió durante una década, post Cromañón. ¿Es diferente el trabajo que hiciste?
Es el más “mapa” de todos, por las diferentes bandas y porque son muchas localidades. La Plata, Paternal, Mendoza, entre otras, y es un mapa de la escena indie argentina y de las bandas que se van cruzando en festivales, como el Festipulenta y de forma cronológica es la continuación de Cemento, porque Él Mató a un Policía Motorizado tocó en Cemento unos días antes de la tragedia de Cromañón, así que fue una de las últimas bandas en tocar ahí antes que lo cerraran. Tiene todos esos intentos y patriadas independientes, hasta llegar al 2000 con Él Mató y ahí empecé a contar la historia. Todas las bandas que se cruzaban con Él Mató, terminaban formando su propio sello o armando su propio festival, se iban pasando data. Es todo más generacional. Unos pibes en los 90 que miraban Los Simpsons y South Park, que escuchaban Suárez y después se quedan huérfanos de Suárez, aunque Bléfari después se junta con ellos a hacer unos proyectos. Ahí se arma el indie 2000 y es el libro más “en presente” que hice, porque las bandas estaban tocando, así que queda un final abierto, porque no se puede poner un punto final. Tal vez haya un volumen 2, a ver qué pasa con todos ellos.
Es un género musical, una forma de arte que ha formado identidades. La importancia narrativa de tus libros es que da cuenta de algo que ya no sigue pasando ahora. Cuentan una época a nivel estético no sólo musical ¿Sos consciente de todo tu aporte?
Ahora sí, pero cuando empecé con Cemento, no. Era mi primer libro y no sabía cómo encararlo. Lo pensé como si fuera una nota larga, de lo que yo había visto en Cemento. Después se me borró la línea entre lo que vi y lo que no estuve. Mucha gente me ha dicho eso, que decían “Este chico no fue a Cemento, no estuvo ahí”, pero cuando lo leían se sentían emocionados porque está bien documentado, como si me testearan a ese nivel, pero me terminan felicitando y diciendo que se nota que está bien investigado y bien contado. A mí me exige más eso. Si no estuve ahí, tengo que investigar más y recopilar data bien chequeada. Me pasó haciendo el libro de Panda, que tuve que chequear todo mucho más, porque los músicos me contaban cosas con datos un poco difusos. Empecé a confiar más para chequear en ir a las revistas de los 80, como Pelo y Canta Rock y leer qué declaraban en ese momento. Me pasé mucho revolviendo esas hojas amarillas (risas) me sirvió mucho.
Al principio no era consciente de que cumpliera ninguna función. Yo escribí Cemento para la gente que fue a Cemento. Después que salió el libro, apareció y sigue apareciendo mucha gente que tiene 20 años, 25, 15 o 12 años y me dicen que flashean con el libro, sin haber ido nunca a Cemento, porque lo encuentran didáctico e ilustrativo de una época, ven qué bandas tocaron, qué discos se grabaron, y ahí me di cuenta que el libro le sirve también a gente que no estuvo ahí. Entonces ahora soy más consciente de esta doble función. Me ha escrito gente que está haciendo su tesis sobre la escena indie en Buenos Aires y sé que estoy citado, con orgullo y sorpresa en varias Tesis. Sobre Panda lo citan mucho los medios para efemérides posibles o para aniversarios de lanzamientos de discos.
¿Y ahora qué se viene?
Estoy preparando un libro sobre los 90. Sobre la movida sónica con Babasónicos y Los Brujos a la cabeza. Es una época que tampoco viví, pero sí la mamé a través de las bandas de los 2000. Es una época que siempre me gustó y de la cual por ahí vi los regresos de algunas bandas. Así que también es un mapa de una época, sobre todo el principio de los 90 al 95 y una escena de bandas que por ahí va a linkear con Mas o Menos Bien.
Además estoy filmando, guionando y editando mucho en mis redes. Subo dos o tres videos por semana a mi Instagram de alguna entrevista, alguna efeméride, algún anuncio, cinco cosas de, algunos libros reseñados. Encontré una veta ahí con los videos, por el tema de la pandemia en donde no había recitales para cubrir. Un lenguaje copado como el humor, que a veces los videos te permiten más que una nota escrita, la cosa rápida de un minuto y todo el laburo que tiene desde pensar la idea con un guioncito, filmarlo con una buena escenografía, editarlo y después difundirlo. Es bocha de laburo que no suele valorarse tanto. Estoy escribiendo muy poco en medios, pero sí haciendo muchos videos, porque encontré un nicho que me gusta mucho. Un público nuevo que me sigue por los videos y no sabe que escribo libros o que escribía en el Suplemento Sí.
¿Sobre bandas internacionales no te motiva escribir un libro?
Me gustaría, peo me resulta muy lejano, porque para hacer un trabajo serio sería muy complicado para entrevistar a las bandas. Lo que me gustaría es escribir sobre recitales raros y de culto, no de los Rolling Stones, sino cosas que vi en Niceto, en lugares chicos, bandas de cultos, raras, experimentales, Pixies en el Luna Park, algunos shows en La Trastienda, bandas punk, oscuritas, que las vi y me gustaría mucho hacer un libro sobre eso.