Júlia Barata: “Creo que hay un acto literario en la historieta”

Júlia Barata nació en Coimbra, Portugal, en 1981. Es arquitecta y dibujante. Publicó los libros Gravidez, Quotidiano de luxo y 2 histórias de amor. Participó de las antologías Zona de desconforto, El volcán e Historieta LGBTI, entre otras. La autora actualmente reside en Buenos Aires, donde se desempeña como arquitecta y dibujante. 

Familia (Sigilo-Musaraña), la novela gráfica de Barata, indaga las ambivalencias emocionales de una familia en el día a día, la figura del inmigrante y los procesos de crecimiento, a la vez que busca “ahondar en las disfuncionalidades” de lo “aparentemente funcional y feliz”, según cuenta la autora, para quien “no hay un amor perfecto, ni una construcción que no esté hecha a base de dudas y contratos que también van cambiando”. 

Miércoles 1 de febrero de 2023

—Sos portuguesa, viviste en Mozambique, en España, ahora acá.

—Un poco ya he relatado en mis novelas mi vida entera… El papá de mi hijo es argentino y vivíamos en Barcelona. En un momento decidimos venir a Buenos Aires a ver qué onda. Y acá sigo viendo qué onda. Harán diez años en marzo. En Barcelona también estuve el mismo período. Estoy muy bien acá.

Familia, este hermoso libro que sacaron en conjunto Musaraña con Sigilo, es una novela gráfica que abarca un espacio increíble. ¿Qué contaste en este libro? Cosas muy existenciales, en realidad. Porque la crisis que atraviesa la protagonista es una crisis emocional también.

—Sí, creo que es la crisis de una mujer adulta, madre, profesional, esposa, que vive una angustia y toma decisiones que hacen cuestionar cosas que había asumido. Y termina… No. Bueno, es un cuestionamiento también sobre qué es la velocidad de la vida moderna para ser mujer, cuántas exigencias nos trajimos a nuestra manera de estar en sociedad hoy día. Porque por ahí hay un conflicto, hay algo que no termina de estar equilibrado. No se puede ser todo, supongo.

—En la vida puede ser así, por eso llevado a la literatura, al dibujo, realmente enriquece muchísimo, tanto la vida como la misma literatura. Creo que hay dos claves, por un lado la rutina y por otro el escape. Ahí hay unas oleadas de dibujos y de transferencias entre los personajes que tienen que ver con esto. ¿Cuánto puede llegar a pesar la rutina cuando nuestra forma de vida ya no la queremos? ¿Cómo huir de eso?

—Voy a empezar por el escape. Yo creo que vivimos en general, eso me interesaba hablar, en una sociedad que subsiste bastante basada en el escape. Principalmente en las culturas urbanas: el escape del alcohol, el escape de los Alplax, el escape de las drogas. Tendemos a vivir en familias o formas de estar en sociedad, amistades, todo a las corridas, locas carreras, todo junto, y eso es tan rápido que nos lleva a necesitar escapes, creo. No sé si no está del todo equilibrado, si nunca lo estuvo, si en otros formatos familiares o sociales no había necesidad de escape… creo que sí, siempre hubo la taberna del pueblo y la gente se iba a emborrachar. Las mujeres por ahí no, pero los hombres ya… Sí, ahora nosotras también nos vamos a la taberna a emborrachar.

—Lo que conseguimos con la igualdad.

—Claro, unas birras. (Risas) La rutina. La rutina es un tema filosófico que me parece interesante. No sé si tiene que ver también con la sociedad que vivimos ahora. Yo siento como un peso de una interna insatisfacción, de demasiada opción, una sociedad muy del capital, de muchas opciones, muchos neones, y todo siempre es insuficiente y puede tener más de lo que tengo y hay muchas vidas posibles. Tuve muchas vidas, muchas casas, muchos amigos, novios y barrios, y así vivimos en las ciudades ahora. No sé cómo era en otro momento, pero en este momento es así. Quizá antes no lo cuestionábamos tanto: quiero estar con esta persona, no quiero, sí, es así, pues montás una empresa con tal persona, otra… y yo sé, el amor va y viene, es así, no es como que se va un poco y ya me voy. Por ahí esto está más presente, al menos lo siento en los circuitos que habito, en las personas con que me vinculo.

—Hoy tenemos otro ritmo y la sobreproducción es protagonista.

—Y hay cosas a favor y cosas en contra, como en todo, por supuesto. Antes si te casabas, tenías que quedarte forever and ever, y ahora por suerte vas a decir, ay no, mira paso, me voy con el otro, me voy con la otra.

—La protagonista del libro es una madre que por momentos parece estar viviendo a través de su hijo, las vacaciones, el niño se fascina con las montañas, el cementerio.

—No lo siento así, creo que el personaje tiene opciones de guion, el personaje responde a una necesidad del guion. Hay una gran parte que considero mi privacidad y que ahí no está, está definido, nominalmente ciertas cosas del vínculo de madre e hija, del vínculo de pareja, lo que está ahí me sirve al guion; o sea, el hijo en cuanto a entidad de “qué lindo el bebé”,  era lo que necesitaba: No necesito explorarlo, es un lugar de exposición que tampoco quería usar, y lo veo más así, porque en la vida real eso también pasaría con la pareja, también pasaría con mi hijo, también estaría con otras cosas, y pensé que en mi proceso eso no me interesaba.

—En el libro también hay un viaje de la mujer protagonista: madre y esposa. Es inmigrante y vuelve a su país para luego retornar. “Todo se siente raro en todos lados”, dice a la vuelta. ¿Es siempre raro?

—Yo creo que no es siempre raro, pero el tránsito o los momentos en que el tránsito vuelve, vuelve a ser raro, entonces son momentos, por ejemplo en mi caso, que es parecido, cuando voy a Portugal y estoy ahí durante el pre ir, el ir y el volver, se vuelve raro. Después puedo estar dos años estoy acá sin ir, como por ejemplo ahora, y hay una realidad paralela: puedo estar mandando un WhatsApp a una amiga de acá, luego a mi hermana, y a mi amiga de Porto, y a mi amiga de Lisboa, y a una de Barcelona, mucho lío, y los tengo todos equiparados. Por ahí uno está durmiendo en un horario y otro no, pero es raro, es confuso, momentos de confusión es una buena palabra, pero también hay un lugar, un espacio. Viví siempre diez años en cada sitio, o sea hay un poco menos también, pero lo máximo que viví en un sitio fueron diez años, entonces hay un lugar de mi identidad que ya es ese, casi que me molesta más la rutina que todo esté plácido. Eso es mi trabajo en terapia “quedate tranquila, estate en la tranquilidad, que vivo bien así, en el tránsito, en la descubierta, en la descodificación”. Por décadas. Es mi estado.

—¿Hacés terapia porque te “argentinizaste”?

—Ya hacía antes, en todas las ciudades que fui, hice, menos en Mozambique que no había. Es difícil conseguir un psicoanalista en Mozambique, hay otros problemas.

—En la novela el dibujo por momentos le deja un espacio a la palabra, esto es, sale la palabra del protagonismo y queda el dibujo y está expresando mucho más.

—Yo creo que lo interesante de una novela gráfica es que mezcla la literatura y la expresión plástica, entonces tiene diferentes canales de expresión. Y eso para mí, ese juego es lo interesante, como que no digan lo mismo, como que no sea reiterativo, no sea una ilustración del texto y cada uno narra dos cosas paralelas que construyan un discurso, pero a veces va a valer más la imagen y a veces más la palabra. Yo sé que es complicado a veces el tema de llamar literatura a lo que es historieta, pero sí creo que hay un acto literario.

—Cómo no, es literatura.

—Claro, yo lo considero literatura en acto de desarrollo literario paralelo, pero con dos herramientas.

—Se me ocurre hasta más difícil, al menos en su construcción narrativa.

—Quizá sí, pero también otras cosas que no puedes representar con palabras tienes la otra. El escape.

—La casa, el hogar debe ser un lugar de contención justamente que la protagonista o nosotros es lo que necesitamos verdaderamente. Y en estos dibujos la casa está abierta a la imaginación, ¿verdad?

—No está la casa dibujada, está la cama, está la mesa. Porque la casa representa a la familia, es el hábitat. El núcleo que los une. Es importante como telón de fondo.

—Mientras que ella vive una crisis.

—Una suerte de caos, si se quiere, como cotidiano, rutinario, que un caos que se te ocurre tiene que ver con tu vida y que esto se traslada a la casa.

—¿Es una mujer feliz al final?

—Yo creo que es el retrato de una crisis, o sea, de una apuesta en cuestión y por ende no es un momento feliz. No puede. Es un momento con un sentimiento de imposibilidad de llevar las decisiones que tomó, entonces eso no es un lugar confortable. Si uno piensa en felicidad diría que es un lugar de confort también. No es un lugar confortable en el que vive este personaje. No pienso en el sentido de que justamente como encara un cambio y se adentra en el escapismo este que decíamos al principio, eso puede dar alguna forma de llegar… Hay momentos en que se siente feliz, ya sabe lo que es eso y cuánto dura, puede durar media hora, pero también eso es la felicidad. Incluso es interesante decir que en la crisis o viviendo momentos fuertes y que son donde se cuecen las habas y que son muy angustiantes también, pero pueden contener momentos de felicidad, también es el proceso de transcurso. Y de descubierta y de decisión y eso también es un costado de la felicidad. Estoy convencida que eso es así, sí, sin duda.

—Desde hace unos años en el mundo editorial ocupa un lugar muy importante la novela gráfica. Se me ocurre que la mujer también tuvo que ver en ese redescubrimiento, por ejemplo con Persépolis. ¿Cómo ves la apuesta en la novela gráfica? ¿Cómo lo vivís como autora?

—Voy a partirlo en dos ejes, uno el eje femenino, como decías, y sí, creo que viene teniendo grandes avances, así como en otras áreas de la labor, hay mucha apuesta femenina de alta calidad, de alto talento, tanto en la literatura como en la novela gráfica, me parece.. Y a mí me encanta, o sea, hay un mundo de cosas para leer, mucha cantidad, muy buena, y eso es maravilloso. En términos de la novela gráfica entrando al mundo de la literatura, que me parece que también es otro eje interesante para partirlo, sí creo que está entrando, como este caso también me acuerdo de Maxi de Sigilo decía “nosotros queremos que el público que solo consume literatura consuma una novela gráfica y quebrar ese prejuicio”, como decir, una persona que le gusta leer, pues puede leer una novela gráfica, leerla y ver los dibujos, no tenerlo tan partido. También porque creo que históricamente la historieta quedó como un arte menor, y esto me parece una gran reivindicación de los tiempos que corren, no solo de mujeres, de varones, de todo, de la novela gráfica en general, que es ganar ese espacio, no solo al territorio de la literatura como al territorio de las artes plásticas, donde también es un arte menor. Entonces esa minoridad de la novela gráfica es lo que me parece el prejuicio más despreciable, porque no es verdadero, como hablábamos, es una forma, un arte que incluye la literatura, el dibujo, o sea cada página nos la tomamos como una obra, entonces, ¿por qué es un arte menor para todos? No lo es, eso me parece el territorio ganado de los últimos tiempos que es más valioso, es como empezar a salir de esa catalogación mediocre.

Familia no tiene viñetas, ¿está todo disperso como la vida de ella?

—No, esta cuestión de no tener viñetas tenía que ver con el estado de caos o de la angustia, es una opción técnica. Siempre pienso: si tuviera que hacer una novela gráfica que fuera sobre la nada misma, una protagonista o un protagonista o un animalito que vive plácidamente, felizmente, en un campo lindo y cruza las cuatro estaciones del año y así termina con un final abierto, tranquilo, con acuarela. Colores. Y podría no tener viñetas y esa repetición, esa no viñeta, representar otra cosa. O sea, para mí es solo un reducto así como la viñeta lo es. Yo le llamo la no viñeta y la uso para describir lo que quiero.

—Nombrás a la Enriquez en el libro y me pareció que abrazaste nuestra literatura.

—Para mí hubo un gran crecimiento personal con el encuentro con la literatura en Argentina. Yo creo que en los países europeos eso está cambiando, pero lo que siento en relación a Portugal es que tiene una cultura de la literatura y de la producción artística mucho más institucional. Y del feminismo y de una serie de cosas. Mucho más institucional. Y por lo tanto, hay muchas cosas que quedan fuera, Y acá me encontré con, primero, una cultura donde realmente la literatura está más presente, porque hay más gente que sigue leyendo en el subte, eso ya se nota. Y la gente no juzga tanto. Pero sí se ve por el mercado editorial, también seguramente por políticas de Estado, por políticas civiles, por acción civil. Pero hay mucho mercado editorial, mucha editora chiquita. Entonces termina habiendo un material que es riquísimo en términos de diversidad, como muchas voces diferentes. Por ejemplo, estas de las escritoras argentinas como estábamos refiriendo. Hay mucha literatura de eso que es casi oral a veces. Entonces va generando multiplicidad de discursos. Y eso para mí fue muy, muy interesante. Perdí prejuicios, no todos, pero fui perdiendo. Como no tenerlo tan clásico y que tiene que estar el guion, todo, la trama y los adjetivos y el floreado y la construcción básica, a veces es aburrido el mundo hiper intelectual. Que la literatura permita diferentes mundos que no sean sólo el intelectual hardcore académico, para mí es muy rico. Y es lo que debería en mi ver ser la producción artística de cualquier medio de la literatura, de las artes plásticas, de todo. No hago un planteo contra el virtuosismo. Me gusta el virtuosismo, pero no es todo. O el virtuosismo capaz no se define sólo por lo académico.

—Fabián Casas dijo que empezó a leer Familia y sintió que estaba leyendo Ana Karenina por esto del gran principio de que es que todas las familias felices se parecen y las infelices cada una son infelices a su manera. ¿Cómo reaccionas a la crítica?

—Creo que toda exposición y lo que estoy haciendo, como hacer libros, cualquier cosa que sea editable, eso presupone una exposición y hay que lidiar con eso. Creo incluso que desarrollar un personaje ayuda y que es complejo, te puede ir bien, te puede ir mal, siempre es un lugar más en común, creo, más expuesto. Pero es una opción, a veces pensaba “si yo quiero hacer esto, tengo que lidiar con esto” y es así. Hay ciertas cosas que hacés de las que no vas a poder huir, me encanta estar acá, podría no querer, pero también habría cosas a las que no podría acceder. Y aparte de eso es un enorme honor, un privilegio lo que pasó con Familia, eso no me había pasado, tuvo muy buena prensa y fue sorprendente. Se dio así y fue muy lindo, estoy muy agradecida.

—Julia, contanos en qué estás. ¿Estás haciendo como arquitecta casas para contener familias como estas?

—No. (Risas)

—¿Estás escribiendo?

—Sí.

—¿Nos puedes contar?

—Sí.

—Muy bien, gracias. Muchos dicen que no, y es válido también.

—No, me gusta hablar (más risas.). Estoy haciendo un, no sé muy bien qué es aún. Estoy con entrevistas a gente real que conozco y es un trabajo sobre la memoria, más o menos, pero internacional. Son entrevistas a personas que viven vidas normales, van al supermercado, pero que cargan mochilas grandes de conflictos históricos, guerras o de dictaduras. Como hay un caso de Argentina que tiene que ver con una persona que es hija de desaparecidos, el caso de mi papá que vivió la dictadura portuguesa y se fue a Mozambique -por eso yo termino creciendo en Mozambique-. Buscando también algunas respuestas a cómo se vive después de esas mochilas, pero seguramente si buscamos acá en la librería va a haber mochilas muy fuertes. Otra es un mi tío chileno refugiado de la dictadura, Una gran amiga de Cataluña y su historia con la guerra civil. Otra amiga también que es inmigrante de Taiwán: una relación muy compleja entre Japón y China. Por ahora son entrevistas, después cómo se va a unir, no tengo idea. Voy a estar con eso muchos años, seguro.

—Muy interesante. Decís que es memoria, memoria es identidad, historia. ¿Será un formato de ensayo?

—Es un poco de ensayo, no sé qué es. Tendrá acuarelas. Estoy lidiando un poco con esa historia, pero es de lo más difícil para mí. La personal, la historia personal. También el abordaje del problema mozambicano es muy difícil porque es una independencia muy reciente, es del 75. Entonces es un territorio extremadamente sensible para la cultura portuguesa, por la culpabilidad del poscolonial y por la reacción, la acción. Se tiran piedras unos a los otros en la academia. Entonces da mucho miedo… A mí me da mucho miedo las cosas que se dicen, principalmente desde el lugar que puedo hablar yo, que soy una persona blanca, que está ahí por diferentes circunstancias, tanto del lado materno y paterno, pero que era una blanca en un territorio de negros con abuelos en el período colonial ahí. Hay cosas que son muy difíciles de abordar.en algunas culturas, cuando se vivieron cosas semejantes, se comprende un poco más. Y cuando no, son territorios muy sensibles y que pueden caer en lugares muy duros y subjetivos. Pero estoy abocada a este proyecto con muchas ganas.

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