Pipo Lernoud: “Nuestra generación tuvo muchas oportunidades”

Por Lala Toutonian.

Pipo Lernoud nació en Buenos Aires en 1946. Poeta, periodista y compositor. Ideólogo del rock argentino, entre 1966 y 1969 escribió algunas canciones emblemáticas junto a Miguel Abuelo, Moris y Tanguito. En 1976 fundó y dirigió, con Jorge Pistocchi, la revista Expreso Imaginario y, a comienzos de los ochenta, hizo lo propio con Canta Rock. Organizó la exposición y Enciclopedia Rock Nacional 30 años y, hacia el 2003, cofundó y codirigió la revista La Mano. En el 2006 publicó su antología de poemas Sin tiempo, sin memoria y, desde entonces, volvió a componer con músicos como Ariel Minimal, Pablo Dacal, Los Pakidermos, Esquizodelia y Claudio Kleiman. Desde el regreso de la democracia, dedicó buena parte de su tiempo a la agricultura ecológica: con su granja de Ranchos, con su emprendimiento familiar El Rincón Orgánico o como vicepresidente de la Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica (IFOAM).

Voy a citar las palabras a Alfredo Rosso del prólogo en Yo No Estoy Aquí, el libro que sacaste con El Gourmet Musical: “No sé qué escribir, no sé qué poner” pero podemos comenzar diciendo que principalmente sos un gran poeta y que sos el creador del rock nacional.

Gracias por eso, pero hay un montón de creadores del rock nacional. Yo no sería nada sin Moris y Javier. Sobre la poesía, acabo de sacar un libro con mis poesías completas. Debuta esta noche el libro. Poesía es lo primero que hice. Empecé queriendo ser poeta, pero conocí a Moris, Javier, Litto y Tanguito, pero sobre todo a Moris, porque todo empezó cuando le llevé aquella letra que había escrito y agarró la viola e hizo la canción que todos conocemos (Ayer nomás) yo me dije “Wow! Esto es. No el libro de poemas”. Se convirtió en otra cosa y empezó a tener un montón de matices y de emociones y de riquezas que no encontraba en la página y me dije: “No quiero ser poeta, quiero ser compositor de canciones”. Y durante dos o tres años fui compositor de canciones, pero como soy muy veleta después quise ser agricultor, ecologista. Lo que pasó es que nunca pude hacer carrera de poeta. Yo quería presentarme a concursos de poesía y ser considerado un poeta, pero no tuve la constancia. Todavía miro a los poetas que son poetas y se presentan a concursos y sacan un libro cada año y me doy cuenta que yo no tengo pasta, que soy malo para lograr esa continuidad.

Hay un libro del cantante de Pulp, Jarvis Cocker, que se llama Madre, Hermano, Amante donde sentencia que las canciones no son poesías. No lo comparto, ¿vos?

Fijate el quilombo que se armó con Bob Dylan cuando le entregaron el Premio Nobel. A un tipo que escribe “cancioncitas”. Me pregunto ¿Qué hubieran hecho esos tipos con el autor del Mio Cid, La Canción de Rolando? Si la literatura empezó con tipos que cantaban canciones. Canciones que por ahí duraban dos horas y media. La literatura después se fue alejando de la canción y del contacto directo con la gente y la emoción del ojo contra ojo, de alguna manera en su sofisticación y mirando su propio ombligo. Igual que la filosofía al alejarse de las plazas.  Yo la quiero mucho a la literatura, pero sigo pensando que la canción es el gran arte y que Dylan es el mejor de todos, después de Robin Williamson, y que Charly García con sus canciones, radiografió mejor que cualquier sociólogo lo que nos pasó en la Argentina. 

Hiciste muchas cosas más además de escribir canciones y poesía. Hablemos de ecología.

Como decía, en mi vida yo nunca tuve mucha continuidad en lo que hacía, pero eso también me permitió meterme en mundos que, si hubiera tenido constancia y hubiera ganado un premio de poesía, tal vez nunca me hubiera puesto a las apuradas a traducir al inglés una de mis poesías, para leerla frente a 6000 personas en Bonn en un festival de diversidad cultural. Yo decía ¿Qué les leo a estos tipos? Agarraba mi poema y le iba cambiando cosas, que tuvieran que ver con la integración y con las tradiciones indígenas. Yo quería hacer un experimento con ellos. Está en YouTube el experimento. Yo quería llegar a detener el tiempo. Leyendo el poema en inglés que hablaba de una comadreja que subía a un árbol y se quedaba quieta y yo de a poco iba bajando la velocidad hasta prácticamente decir una palabra y hacer un silencio largo, luego otra palabra y otro silencio. Tuve a esa gente de 50 o 60 países con culturas muy distintas, siguiendo la poesía, siguiendo al bicho subirse por las ramas, viendo si había un peligro. Sentí que eso era lo que quería, sin importante si era literatura, poesía o qué era. Ese instante, ese momento, es lo que quería. Mi “para qué escribo” es para lograr ese éxtasis que se conseguía alrededor del fuego prehistórico.

Yendo a tu libro Yo no Estoy Aquí, resulta una gran compilación de tu vida, con tus escritos, tu diario, tus posteos en Facebook, poesías, hay notas, fotos.

Hay cartas a mi vieja… ¡Me daba una vergüenza eso! Cuando se aunaron para hacer esto, me preguntaron si tenía un diario y yo les dije que siempre escribía un cuaderno y que a lo largo de mi vida tenía varios ¿Y qué más tenés? Y les conté que como había fallecido mi mamá hacía poco, había encontrado una caja con todas las cartas que le había mandado a mi vieja. “A ver, traé las cartas”, me dijeron y yo “¡No! ¿Cómo te voy a dar las cartas que le escribía a mi vieja?” (Risas)  Me daba mucha vergüenza.

Pero hay cosas muy puntuales y terribles, por ejemplo, decís “Hoy empieza la dictadura militar”. Sin seguir un orden cronológico, muestra todo un mapa de todo lo que fue tu vida y una época. Como dice se dice «Estuviste en el lugar preciso en el momento indicado”.

Eso es lo único que yo acepto totalmente. Sin dudas. No sé si soy muy bueno en lo que hago, pero haber estado en La Cueva y haberme dado cuenta de que estaba conociendo gente impresionante. Sí, eso lo acepto. Haber estado ahí en el momento adecuado fue una gran ventaja. Nuestra generación tuvo muchas oportunidades, no como la generación de mis viejos que estaban muy influenciados por la religión y la escuela y sus limitaciones y prohibiciones. Nosotros nos abrimos a que nos pasaran cosas. Como los jóvenes de hoy a los que todavía les pasan aún más cosas. La civilización se fue al carajo, el planeta no se banca más ¿Qué van a hacer en 20 años los pibes de hoy? Es un momento clave en la historia de la humanidad. Este es el momento en el que vamos a terminar con todo el laburo que hicimos, lo que hemos hecho con el desarrollo del arte, maravilla, incluso odio, armas, guerras, pero también cine, literatura, qué sé yo, hasta llegamos a la Luna.

Sí, es una gran involución. Estamos yendo para atrás, como dice Umberto Eco en A paso de cangrejo. Hay algo que decís en el libro muy real, y es que cada momento y cada generación está viviendo un momento importante. Esta generación ha pasado la pandemia. Pero ustedes, los grandes pioneros de este movimiento contracultural, estuvieron presentes y fueron parte de la creación de todo. Siempre se está cocinando algo. ¿Qué estás haciendo? ¿Estás escribiendo letras?

Sí, escribí algunas letras y Claudio Kleimann hizo una versión maravillosa de una letra mía del 66 que agarró, le puso música y la grabó con León (Gieco) en su disco. Estuvo re bueno. Pero no es que me puse a trabajar con Claudio, o con Pablo Dacal, que también hizo algo. Son cosas que pasan. Situaciones que se producen.

Independientemente de la poesía, todo esto que compilaron tan maravilloso, ¿te motiva para sentarte y escribir sobre tu vida, la época?

No, tengo un drama con eso. Yo le debo un a una editorial muy importante de nuestro medio, un libro sobre mi vida y mis memorias y esas cosas. Fue muy raro, porque ese Editor me dijo: “Vos escribí lo que quieras” porque yo le decía que estaba harto de escribir acerca del nacimiento del rock argentino. “Vos escribí tu vida”, me insistía. Pero después empezó “Pero vas a hablar de Tanguito ¿No?” Entonces yo decía ¿Qué hago? Porque no quería eso. Entonces le dije: Mirá, si yo hago este libro tiene que ser que realmente pueda escribir lo que se me cante el culo y cómo se me cante el culo, como hizo Joyce cuando escribió Ulises, que dijo: Si quiero escribir 10 páginas que no las entienda nadie, que recién dentro de 20 años van a poder  descular lo que quise decir, lo hago porque lo puedo hacer. Dylan para escribir su biografía también debe haberse sentando y dicho: Escribo las partes que tengo ganas de contar y nada más. Escribo flashes. Entonces yo le dije a ese Editor. Hago lo que se  me da la gana o no lo hago. Eso es bueno, pero también me paraliza. Porque hay que escribir algo interesante. La gente quiere saber de Tanguito. Por ejemplo si yo pongo una carta a Spinetta, más que la carta en sí la gente va a querer algo más jugoso, saber cómo era Luis, cómo era con la novia, con Cristina. Es muy loco todo eso, lo que la gente espera y un poco me paraliza.

Y ahora estás con tu libro de poemas que está recién salido del horno, poesías escritas desde el 60 hasta hoy, ¿es así?

Sí, desde el año 66 hasta hace apenas un par de meses.

¿Eso quiere decir que ya no estás escribiendo poesías?

Sí, de nuevo, me vuelvo a quejar de mí mismo. Es que no tengo una continuidad de escribir poesía. Yo siempre jodo que si hubiera sido capaz de ser como muchos escritores que conozco, que se levantan a la mañana y las 9 de la mañana se sientan a escribir y a la 1 se levantan a comer. Escriben todos los días varias páginas. Si yo hubiera hecho eso, olvídate de Cortázar y Octavio Paz. (Risas y aplausos)

Lo importante es dejar una impronta, en una carta, los posteos de Facebook, que después alguien lo compile es un trabajo que da cuenta de lo que has hecho.

Hablando de Facebook, el otro día alguien publicó un post sobre algo que escribió Pigna sobre Miguel Abuelo en Facebook, sobre una letra mía. Los títulos de mis libros son letras de canciones. Pigna publicó eso y si hay algo que cuando yo me muera quisiera dejar, son dos o tres cosas que me parece que son cosas que realmente tengo para decir. Una de esas cosas es: “Las cosas que veo son cosas sin historia. Sin tiempo y sin memoria, son cosas nada más”, “No tengo nombre, no tengo altura, no tengo verdad” (Estoy aquí parado, sentado y acostado) y también “Cuando mi nombre ya no exista verás qué velocidad” (Oye Niño). Tengo la sensación de que el 98% de los chicos y chicas y trans y no binarios que escuchan eso, lo pasan como una cosa romántica y poética. Pero eso es una cosa esencial de nuestra generación y no sé si quedó claro qué es lo que se transmitía. Pantanjali dice que al poder de ver la realidad como es, se puede llegar mediante drogas, meditación, éxtasis musical de tambores y danzas, éxtasis sexual y alguna gente nace con la facilidad de llegar a ese sentimiento de unidad. Una de las cosas que descubrió nuestra generación fue el pacifismo militante y que se ha perdido en las jóvenes generaciones rockeras, tal vez sí existe en los que se dedican más a la ecología, los permaculturistas que hacen casas de barro, huertas, esos tipos tienen más claro el tema de que somos todos uno, la necesidad de la paz. Pero los demás estamos todos medio mareados. Digo la paz no como palabra blandita, sino como saber vivir juntos, compartir, discutir, ser capaces de ponernos de acuerdo. Algo que requiere mucha valentía y seriedad. Como digo en un poema: “Si se pudiera arrancar el telón, arrancar lo que cubre el mundo y ver las cosas como son, pero estamos como bobos, papando moscas, retorciendo el corazón con huevaditas, mientras el fulgurante universo rebosa de misterio en todas partes”. La otra cosa que requiere muchas pelotas, valentía y seriedad es explorar el mundo interior y pararse en el instante en el que hay que dar gracias por estar. El instante en el que vos ves las cosas “sin tiempo, sin memoria” las cosas como son. Como decía Macedonio, el asombro de ser. Estar asombrado porque el mundo es. Nuestra generación lo vivió bastante, tal vez por las drogas o por muchas otras cosas, pero tenemos esa experiencia en nuestro background. Una parte de mi historia que no se sabe mucho, que fue mi primera experiencia periodística, es que dirigí y creé la revista del gurú Maharaji. En la revista salió una nota que decía “La solución al problema de las drogas”. Tenía una página central, muy divertida, que era un cuadro que decía nombre, profesión, qué drogas tomaste, cuántas veces las tomaste y cómo las dejaste. Salía un montón de gente de esa época, incluso creo que también David (Lebón). Había uno de Dinamarca que me contestó “Todas” a la pregunta de qué drogas tomaste. Yo no sabía si repreguntar, pero la respuesta había sido muy clara. Nunca me olvidé de eso.

Me quedé con eso de no tomar la paz como una banalidad. En esa época vivían Vietnam, ahora hay nuevas guerras y decís que ya no hay una militancia por la paz, pero sí hubo un momento importante en los 70 en donde hubo una disrupción, que fue el punk. El punk dijo está todo mal, somos flores en el basurero. No buscaba la paz pero tampoco querían la injusticia social. Fue un movimiento contracultural que se movió de alguna manera “en función de la paz” si se quiere, era romper para volver a construir.

Yo de punk no sé mucho. Aprendí de punk con la nota de Alfredo (Rosso) en El Expreso Imaginario, que es para alquilar balcones. Pero vos dijiste que querían destruir para construir. Yo no veo que los punk hayan querido construir, al menos no como el hipismo con las huertas comunitarias, las comunidades y trataban de hacer todo artesanal.

Y no, había mucha droga, no había tiempo para eso.

Y las drogas equivocadas, tal vez. Porque dime qué droga tomas y te diré quién eres. De todos modos, nosotros, mi generación, a fines de los 60, buscamos generar otra forma de ver el mundo y llevarla a la práctica. Ya no sólo escribiendo, sino yéndose a vivir a una comunidad, vistiéndose de otra manera, criando a sus hijos de otra manera, un montón de cosas. Cuando digo lo de la paz, me refiero a eso, a tener una actitud activa de transformación. No es la paz de no nos peleemos. La paz es una cosa activa y viviente. No es que me interese tanto la paz, pero ciertamente lo que no quiero son las guerras y la gente que está metida con las armas.

Como ahora con la guerra de Rusia a Ucrania.

Me parece impresionante que no hayamos logrado salir del tema de las guerras. Hoy en día con la guerra en Ucrania, estamos volviendo a una guerra del petróleo. Cuando ya todos sabemos que hay que para con el petróleo. Hay que inventar una sociedad distinta. Si tenemos que dejar de tener tanta luz porque las energías alternativas producen menos, que es discutible, bueno, tengamos menos luz, pero hay que parar. Ya es tarde. Ya no es que moralmente tendríamos que parar, es que ya es la muerte del planeta, el descongelamiento de los glaciares, la desaparición de los bosques, la muerte de la vida en los océanos. Frente a esto, los adultos son las nuevas generaciones, porque nosotros no supimos hacerlo.

Quiero que nos leas alguno de tus poemas.

No hay nada en la televisión. No hay nada en la calle. Una ciudad es otra ciudad es otra ciudad. Gente apurada, atosigada, desesperada. Envuelta en la niebla de luces y colores que no dicen nada. Diarios vacíos. Caras muertas ¿Es esto lo que somos? Nada más que un instante en el mar de la energía en viaje hacia un agujero negro.

Maravilloso. Te pido que nos leas uno que es la poesía que yo hubiera querido escribir. Así que te voy a pedir por favor que “me” la leas.

Vos sabés que este es un poema que escribí una vez que tuve un pico de alta presión y casi me voy del otro lado. Lo que me pasó fue que dije ¿Qué hago? ¿Qué digo? ¿Qué le pido a mi familia? ¿Qué hacer conmigo con mi cadáver y todo eso? 

El poema se llama Qué se recicla de mí. 

La ropa no vale, pero el cuerpo entero sí. Todo produce jugos, hongos, fértil putrefacción ¿Qué será mejor? Uno, meterlo en una caja. Dos, quemarlo y tirar las cenizas al mar. Tres, ponerlo en la pila de compost para usarlo para la huerta. Cuatro, comerlo. Me acuerdo de aquella vez que con un grupo de monjes budistas en California nos quedamos una tarde mirando un perro muerto comido por los gusanos. Las moscas revoloteando y el olor. Eso somos. A veces pienso en proponerle a mi familia y amigos que me dejen nomás en una cama y todos los días pueden chequear la evolución del cadáver. Una clase de ecología práctica. Pero lo pienso de nuevo y me digo, pobres parientes, las moscas revoloteando, el olor. La gente pone los muertos en cajones porque le tiene miedo al cadáver. No como esos coyas de Ollantaytambo que tienen las calaveras de sus padres en la cocina para ahuyentar los malos espíritus y de paso decorar. Todos los días lo saludan. Hola abuelo. Cómo estás hoy, mamá. Pero las calaveras limpias no atraen moscas, ni producen olor. Eso sería lindo, pero debe estar prohibido.

Extraordinario (aplausos). Ahora vamos con Mi Cara en el Espejo, que como bien dijimos antes, acaba de salir. Así que aprovechemos para que nos leas algo.

Medio criollo. Medio europeo. Medio indio. Medio medio. Yo no soy eso. Pero sí mestizo de galaxia. Borde de la ola loca planetaria. Cruza de neandertal y florentino que quiere comprender. En ese borde existo unos instantes. Cangrejo cósmico. Anfibio sideral que como pesada tortuga llega con la ola estelar a poner sus huevos en la playa.

Hermoso.

Este poema sale de una vez estaba recorriendo el campo, en la época en la que quise ser agricultor y de pronto se asomó un zorrino. Yo iba por el pasto bastante crecido y el zorrino asomó la trompa. Me quedé quieto y lo miré, y él me miro a su vez. Nos quedamos los dos quietos y fijos unos minutos, para mí fueron unos minutos llenos. Me di cuenta que yo estaba respirando y el zorrino también, que éramos parte de un ciclo, fue un instante muy fuerte, en el que me sentí como hablábamos antes sin nombre, sin memoria, sin nada, aquí y ahora. El zorrino luego salió corriendo y yo me metí adentro de la casa y escribí esto que se llama La Respiración del Mundo.  Colgado del aliento, como un gabán olvidado, en un perchero, en una pieza vacía, con las ventanas abiertas. Este libro está bueno porque tienen un montón de poemas que son de distintas etapas muy diferentes. Como éste que se llama No estamos aquí, que lo eligieron para la contratapa y me puso muy contento. No sabemos vivir. No sabemos encontrar los caminos en el bosque como los ve la liebre, el bichofeo subido a las ramas del paraíso deshojado leyendo el paisaje. Gary Snyder dice que nosotros somos la primera generación de analfabetos paisajísticos. Somos la primera generación que miran un bosque, un jardín, y no saben qué está diciendo. Para un tipo de campo, la naturaleza le habla todo el tiempo. Les dice cosas, va a llover, va a pasar esto u otro, hace frío, mil cosas porque está llena de vida. Yo ahora vivo en Ingeniero Maschwitz y para un experimento habíamos dejado crecer el pasto libremente. Empezaron a pasar un montón de cosas que no sucedían cuando estaba el pasto prolijo y cortado. Empezaron a salir flores, animalitos que se pueden refugiar ahí. Pero especialmente empezó a pasar algo especial con los pájaros y en particular con el bichofeo, que es un pájaro que yo conozco bien. Vienen y se paran en el aire como mirando, como los colibríes y eso no es habitual en los bichofeos. Por eso digo que el bichofeo lee el paisaje. La vida con cerebro es complicada. La mujer echa al hombre de casa. Los hijos se sublevan. Pienso mientras la calandria picotea los frutos rojos del crataegus. Llueve en una fría mañana de sábado. La casa está vacía. La mente está vacía. No hay respuesta para este mar de preguntas inútiles. Solo conocemos el presente. Lo único que conocemos es este momento. Los pájaros lo dan por sentado. Pero nosotros no estamos aquí. La mente se llevó la gracia. También hay poemas de la época en que volví a Buenos Aires, como éste que me gusta que se llama Distraído. Me había peleado con mi mujer cuando lo escribí. Fui un estúpido. Me desperté temprano. Escuché los pájaros en el plátano jun to a la ventana y no me importó que te hubieras ido.

Hay mucho dedicado a tu mujer.

Bueno, son distintas mujeres. (Risas y aplausos)

Uno más.

Para el final, voy a leer uno que me parece importante.

No existe la armonía con la naturaleza. No existe la separación de la naturaleza. La vida corre por tus venas atropelladamente. La naturaleza está controlando tu ritmo cardíaco y la amplitud de tus pulmones. Está dirigiendo y verificando cada pequeño detalle de la sinapsis de tus células nerviosas. Está elaborando el semen caliente para que des más vida. En realidad la naturaleza te usa para seguir la vida y no hay nada en vos que esté separado de las hojas, del aroma y de la espuma del mar. Todo lo que sos, es vida buscándose. Creando formas. Cambiando. Hasta tus pequeños temblores neuróticos son una expresión de la explosión de la vida. Tus miedos y tus alegrías, tus recuerdos y tu querida personalidad van a desaparecer digeridos por los gusanos cuando te conviertas en humus para las plantas. Y vuelvas, en sus hojas, a tomar el sol del planeta. Somos tierra que anda, decía Atahualpa.

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